Un 'low cost' aéreo insostenible
Resulta un sinsentido esa carrera por reducir los precios de determinados servicios públicos, como el tráfico aéreo. Forzar su reducción lleva a deteriorar el servicio y a someter a los empleados a condiciones indignas
Jordi Alberich
Economista
Jordi Alberich
Ante un agosto de extraordinaria actividad turística, Ryanair y Easyjet han cancelado miles de vuelos por huelgas y falta de personal. Aunque pueda interpretarse como un episodio más de las recurrentes diferencias entre empresas y empleados, en las circunstancias que vivimos deberíamos prestar una especial atención a esta contundente muestra de malestar social y, a su vez, preguntarnos por el sentido de las compañías 'low cost' en su formulación actual.
El 'crash' financiero de 2008, el covid-19, los problemas de suministros pospandemia y, ahora, la guerra de Ucrania evidencian las fragilidades y disfunciones de una globalización acelerada y desregulada, que ha atendido a un solo fin: la reducción sistemática de costes. Unas debilidades que, disimuladas en tiempos de bonanza, se muestran con toda crudeza cuando emergen los conflictos. Por ello, Europa se plantea reconducir la globalización con un mayor intervencionismo que facilite el retorno de la industria y, así, garantizar el aprovisionamiento de bienes esenciales, aún a mayor coste de producción.
De la misma manera, resulta un sinsentido esa carrera sin límites por reducir los precios de determinados servicios públicos, como es el caso del tráfico aéreo. Todo tiene un precio y forzar su reducción lleva a deteriorar el servicio y, lo peor, a someter a los empleados a unas condiciones indignas. Que es de lo que se queja, con razón, el personal de las compañías aéreas.
En el caso de la aviación 'low cost', deben mejorarse las retribuciones del trabajo y, también, las condiciones del servicio, pese a que se encarezca el precio de los vuelos. El turismo no se hundirá y para nadie debe representar un drama volar con una menor asiduidad. Lo fundamental es acabar con la insensatez de un ir y venir desaforado, soportado en las pésimas condiciones de los empleados del sector. O empezamos a reconducir sensatamente los excesos de las últimas décadas, sin temor a las consecuencias a corto plazo, o veremos cómo acabamos.
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