Artículo de Joaquim Coll

El doble error europeo de 2011

Nos creemos los líderes mundiales en transición energética cuando nuestros planes no son realistas, tampoco económicamente

Manifestación contra el fracking en Santander.

Manifestación contra el fracking en Santander. / Europa Press

Joaquim Coll

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En 2011, el mismo año que Ángela Merkel decidió que Alemania iba a prescindir en una década de la energía nuclear, en Francia Nicolas Sarkozy prohibió el ‘fracking’, una técnica hidráulica utilizada para la extracción de hidrocarburos o para la minería del uranio. En ambos caos, se argumentaron razones medioambientales. El giro antinuclear alemán alimentó una tendencia de fondo en Europa que tuvo como resultado que en otros países también se optara por un calendario de cierre de las nucleares en funcionamiento. La prohibición del ‘fracking’ en Francia se extendió igualmente por toda la UE, primero lo hizo Alemania, y después Italia, Reino Unido, Irlanda, etc. En España, en unos años se hicieron ambas cosas, un plan para clausurar progresivamente las nucleares y la prohibición del ‘fracking’, primero a nivel autonómico y, finalmente, en la Ley del Cambio Climático (2021). La opción alemana de prescindir de las nucleares a cambio del gas ruso ha demostrado ser un error garrafal. Hoy Alemania contamina más que antes y su economía está en manos de Putin.

En cuanto al ‘fracking’, resulta hipócrita que hoy estemos importando gas, petróleo o uranio obtenido mediante está técnica, mientras se prohíbe en Europa su utilización con argumentos más que discutibles. El Colegio de Geólogos de España afirma que “la fracturación hidráulica es un proceso industrial maduro, absolutamente viable, tanto técnica como económica y medioambientalmente”. En definitiva, que el ‘fracking’ es seguro y, además, es una oportunidad para ser más independientes energéticamente. Pero en Europa se ha impuesto un discurso que consiste en no querer asumir ningún riesgo, pero quererlo todo a la vez. Nos creemos los líderes mundiales en transición energética cuando nuestros planes no son realistas, tampoco económicamente. Como queremos una economía descarbonizada, nos prohibimos extraer nuestros propios hidrocarburos, pero compramos a EEUU gas obtenido mediante ‘fracking’. Este país se ha convertido desde 2010 en el primer productor y exportador neto de crudo y gas gracias a ese método, sin que haya noticia de ningún desastre medioambiental. Si lo pensamos dos veces, lo que hacemos en Europa es absurdo. El gas nos llega en barcos metaneros, un hidrocarburo que primero se ha tenido que licuar para ser transportado y que después se regasifica en las plantas europeas. Calcular el aumento de las emisiones de efecto invernadero de todo ese proceso produce escalofríos. Podríamos extraer buena parte del gas del subsuelo europeo, pero nos negamos a utilizar el ‘fracking’ por miedo a contaminar los acuíferos o a terremotos. Podría ocurrir, claro, pero en condiciones de seguridad no sucede.

Curiosamente, dos políticos conservadores, Merkel y Sarkozy, intentaron ganarse el voto ecologista en 2011 con unas decisiones que estratégicamente han sido un error. Ahora, como consecuencia de querer prescindir de las nucleares y de haber renunciado al ‘fracking’, nos vemos obligados a reabrir las centrales de carbón, a pagar precios desorbitados por la energía y a aplazar los compromisos de reducción de emisiones.

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