Conocidos y saludados | Artículo de Josep Cuní

Lejos de aquel oasis

Se cumplen ocho años del día que Jordi Pujol abrió la caja de sus truenos al revelar que durante 34 años había tenido dinero en el extranjero oculto a Hacienda

Jordi Pujol, durante la entrevista con Josep Cuní

Jordi Pujol, durante la entrevista con Josep Cuní / EL PERIÓDICO

Josep Cuní

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El próximo lunes se cumplirán ocho años del día que Jordi Pujol i Soley (Barcelona, 9 de junio de 1930) abrió la caja de sus truenos. Quizá pensó que, como sucede con toda comunicación política negativa que se ansía desapercibida, una tarde de viernes de finales de julio una revelación semejante tendría una incidencia limitada. Fin de semana de verano, tiempo de vacaciones y chapuzón o sombra refrescantes en el imaginario colectivo. Pero no fue así, porque la bomba de dimensiones caseras tenía la potencia de los neutrones.

Consta que antes de hacer público el comunicado asumiendo que durante 34 años había tenido dinero en el extranjero oculto a la Hacienda pública española, el 'expresident' consultó con algunas personas de su confianza. De poco sirvieron las advertencias del alto riesgo de la confesión. Él, convencido y determinado, contestó que tenía que hacerlo, que era el momento. Le podía la convicción de su fe. Debía iniciar la expiación del pecado. En su conciencia queda, no obstante, el motivo real del porqué del instante.

Algunas de las grabaciones entonces ocultas y ahora rescatadas de las cloacas del Estado y de las tramas urdidas desde el Ministerio del Interior de Jorge Fernández Díaz pudieron tener su peso específico. Curiosamente, seis meses después de la nota difundida y en medio de las múltiples réplicas del terremoto político, Mariano Rajoy se convertía en el primer presidente español en visitar oficialmente Andorra. El alcance real de algunos acuerdos en materia económica y fiscal entre ambos países ha ayudado a especular sobre diversos aspectos y a dejar al descubierto otros. En medio, la narración de la amante despechada del hijo mayor acerca de las bolsas con billetes en el maletero del coche camino del principado rebajó a vodevil la estupefacción colectiva.

“Costaría mucho que yo, ahora, quisiera rehacer mi imagen. Porque la actuación del 'deep state' y el bombardeo de noticias, artículos y comentarios durante estos años y de manera persistente han sido tan intensos y sostenidos que he quedado como colgado”. Respuesta a la pregunta de Vicenç Villatoro de si está a tiempo de su regeneración en el libro 'Entre el dolor i l’esperança' (Proa, 2021). Texto que, según el propio Pujol, se convierte en la segunda parte de 'Entre l’acció i l’esperança'. Toda una declaración de intenciones proclamada en 1979. La virtud teologal, el común denominador.      

El volumen fue reiteradamente citado por Jordi Pujol en su reciente entrevista radiofónica que tanto revuelo ha levantado. La única concedida durante estos ocho años y que cualquier periodista hubiera querido hacer. Comprenderán que por razones obvias me abstenga de comentarla. Solo destacar que fue la voluntad del 'president' la que se sobrepuso al recelo del investigado de hablar en público de lo suyo. Sabía, no obstante, que más allá de su interés en reconocer la trayectoria del periodista a quien quería valorar, este le preguntaría por lo que debía. Así había sido durante las incontables ocasiones que coincidimos en estudios de radio y platós de televisión durante su largo mandato. Aún antes. Cada uno a lo suyo, sabiendo ambos de antemano que nos unía el mutuo respeto pero nos distanciaban los respectivos intereses. Agradecérselo no es blanquearlo. Es solo ser educado.   

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