Artículo de Xavier Bru de Sala

Del lado bueno de la historia

Hemos transitado de un tiempo en el que se podía elegir, ejem, entre dos lados buenos de la historia a un presente en el que solo existe un lado. Lo podemos criticar, podemos sentirnos tan incómodos como nos apetezca, pero solo hay un lado bueno

El presidente de EEUU, Joe Biden (i); el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg (c), y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), el pasado 29 de junio de 2022, en la jornada inaugural de la cumbre de la Alianza, en el recinto ferial Ifema, en Madrid.

El presidente de EEUU, Joe Biden (i); el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg (c), y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), el pasado 29 de junio de 2022, en la jornada inaugural de la cumbre de la Alianza, en el recinto ferial Ifema, en Madrid. / DPA / STEFAN ROUSSEAU

Xavier Bru de Sala

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Encarados como estamos al día a día, a menudo nos pasan por alto los cambios más relevantes. Hemos transitado de un tiempo en el que se podía elegir, ejem, entre dos lados buenos de la historia a un presente en el que solo existe un lado. Lo podemos criticar, podemos sentirnos tan incómodos como nos apetezca, pero solo hay un lado bueno. El otro es el de los invasores y destructores de un país democrático y europeo, y por si fuera poco, los causantes de la mayor parte de los problemas que sufrimos y sufriremos. El lado bueno se llama OTAN, o si quieren edulcorarlo, Occidente, Occidente hasta Japón. Hasta tal punto hay un solo lado bueno, que la llamada guerra de civilizaciones ha terminado antes de empezar. El lado bueno es el de la cosecha de reverencias diversas a Joe Biden en la gira por Oriente Próximo. Incluso lo entienden los talibanes de Afganistán, que han renunciado a patrocinar o amparar a terroristas a cambio de bula para reinstaurar el islamismo más feroz en casa.

A algunos todavía les cuesta admitirlo y revolotean de acá para allá en busca de alternativas. No las hay. Unos 25 años atrás, cuando algunos todavía creían en el otro 'lado bueno', un amigo, periodista también, y más entusiasta de lo que le convenía, se propuso escribir un libro sobre uno de los referentes de pluma más afilada y radical de la izquierda de la izquierda. Desistió a la tercera sesión, más que decepcionado, deprimido. “¿Sabes lo que me ha dicho? Yo no puedo porque soy demasiado mayor, pero tú, que aún estás a tiempo, cambia”. Es decir, cambia de bando. Tú, al lado de la OTAN, mientras yo aún me cebo en su contra en mis artículos pese a la caída del muro. Es lo que querían, en los años 80, los jóvenes de países como Hungría y Polonia, ser de la OTAN. “La democracia, mira, no sabemos ni qué significa, pero la OTAN sí, nada más nos puede liberar y preservar de las zarpas del oso ruso". Y todavía están así. Todo por la OTAN, pero la democracia, con cuentagotas y a reculones. Más aún, preguntado por mí el entonces 'president' sobre la campaña, muy efectiva, por el 'no' en el referéndum del 86, respondió: “Ya lo sé que no toca, pero es que no tenemos nada más para fastidiar a los socialistas”.

La historia tiene esto. A veces se bifurca o se esparce en mil pedazos, pero otras toma un rumbo, ancho, permanente, mayestático, que algunos llaman imperial. El nuestro, reforzado gracias a Putin y al socio y rival chino, tiene cuerda para rato. El cristianismo, en todas sus versiones, también es atlantista hasta el tuétano con la única excepción del patriarca de Moscú Cirilo I, partidario declarado del infierno a las puertas de Rusia.

Con las convicciones destrozadas de tantos, pero ahora ya todos del lado bueno. Convencidos o convictos, de buen grado o a la fuerza, pero ya no nos moveremos, como no nos moveremos de la Unión Europea por muchos problemas de tesorería que ocasionemos a los países que la sostienen. Quizá no sea la mejor de las circunstancias imaginables, pero sí de las posibles. Así seguirá por mucho que empeore la situación y por mucho retroceso en libertades y en nivel de vida que suframos, que lo sufriremos. Y lo sufriremos sobre todo en lo que más importa, que son las opciones de pasarlo bien que proporciona el bolsillo cuando no está vacío del todo.

Comprobada la solidez y la permanencia del marco, poco costará darnos cuenta de lo irrisorias que son algunas bagatelas del entorno inmediato, y de impostadas, además de contraproducentes, tantas actitudes. Pongamos por caso la indignación presidencial por el espionaje a los independentistas o la oposición, nominal, de Junts al diálogo y a la mesa de negociación. Mesa que figura que, para postre, nada tiene que ver con el voto favorable, ya pactado, de ERC a los presupuestos que permitirán a Pedro Sánchez, tras el inocuo y brevísimo giro hacia Catalunya, llegar al final de la legislatura con una cierta dignidad. Y de paso, a Junts, sobrevivir una temporada en el Govern gracias a los intercambios de favores entre PSOE y ERC que tanto fustigan. Que critican mientras muestran un inenarrable fervor por la OTAN, sin querer reconocer que si en un caso abominan de cualquier alternativa, en el otro no disponen ni piensan disponer de ella. Aquello es muy sólido, esto no lo es tanto, pero también. Los líquidos, en verano, para refrescarse, que ya sufriremos bastante en otoño.                                        

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