La campaña militar (53) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

Pausa rusa en Donbás, contraofensiva ucraniana en el sur

Zelenski quiere recuperar el control de las zonas costeras perdidas desde el inicio de la invasión, y no está en absoluto desconectado de la realidad

Occidente sella con Ucrania el compromiso de sostener su reconstrucción

Occidente sella con Ucrania el compromiso de sostener su reconstrucción / EFE / Orlando Barría

Jesús A. Núñez Villaverde

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Dado que lo logrado hasta ahora no ha sido el resultado de un avasallador avance en el campo de batalla, lo más previsible es que, tras la toma de Lisichansk, las tropas rusas hagan una pausa. Para llegar hasta aquí, haciéndose con el control de la totalidad del ‘oblast’ de Lugansk, Moscú ha empeñado el grueso de sus fuerzas desplegadas en el frente oriental y ha sufrido enormes pérdidas. No está, en resumen, en condiciones de continuar el avance para hacerse con el ‘oblast’ de Donetsk, tanto por sus propias carencias como por el hecho de que las fuerzas ucranianas no han entrado en desbandada, sino que han realizado una defensiva en profundidad que les permite mantener una notable capacidad de resistencia ante futuros ataques.

Esa previsible pausa no significa que cesen las hostilidades, sino únicamente que los invasores procurarán, en primer lugar, consolidar las posiciones alcanzadas para evitar reveses que les obliguen a retroceder nuevamente. Igualmente, cabe contar con que realizarán ataques puntuales para evitar que las unidades ucranianas puedan recuperarse hasta el punto de poder lanzar contraataques. Pero, sobre todo, aprovecharán este paréntesis para restablecer la capacidad de combate de sus unidades con la incorporación de efectivos humanos y materiales de refresco y, en el mejor de los casos, con el relevo completo de las unidades desgastadas. Lo que tienen por delante, si no hay cambio de planes, es conquistar la mitad de Donetsk, aún en manos ucranianas, para llegar finalmente a hacerse con el control total del Donbás. Un objetivo que de ningún modo tienen garantizado, especialmente a partir de la entrada en servicio del sofisticado material artillero que Kiev está recibiendo de manos occidentales.

Y no se agotan ahí los frentes de batalla. El ministro ucraniano de defensa, Oleksiy Réznikov, acaba de anunciar que ha recibido la orden de su presidente, Volodímir Zelenski, de recuperar el control de las zonas costeras perdidas prácticamente desde el inicio de la invasión rusa. Y aunque el anuncio tenga un innegable componente propagandístico –tratando de compensar el efecto negativo en la moral de las tropas y la ciudadanía por la pérdida de Lugansk–, no está en absoluto desconectado de la realidad. Es cierto que Rusia tiene una enorme superioridad naval, lo que le permite bloquear las salidas y entradas en cualquiera de los 18 puertos ucranianos. Pero también lo es que ni aun así ha logrado lanzar desembarcos anfibios ni en Odesa ni en ninguno de los demás puntos posibles. Y el impedimento no viene tanto del minado sistemático que decidió en su día Kiev a lo largo de toda la costa como de su creciente poder artillero, que ya incluye los poderosos misiles estadounidenses antibuque Harpoon. Es eso lo que ha obligado a los buques rusos a alejarse de la costa o, lo que es lo mismo, a no poder actuar como bases de lanzamiento de cohetes y misiles contra objetivos ucranianos terrestres o a proyectar una fuerza anfibia con suficiente cobertura próxima.

Aunque las estimaciones de Réznikov puedan resultar muy optimistas –sostiene que Kiev cuenta con un millón de efectivos, sumando los de la guardia nacional y la guardia de fronteras a los 700.000 del Ejército–, el hecho inobjetable es que no solo han logrado evitar que Rusia haya podido ampliar su dominio territorial hasta Transnistria, sino que actualmente están recuperando algunas zonas del ‘oblast’ de Jersón. Y, de momento, ya ha demandado la salida de civiles de Jersón y de Zaporiyia.

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