Artículo de Gemma Ubasart

Más gasto militar en la Europa del malestar

Esta renacida OTAN y el rearmamento mundial solo acrecentaran la crisis de unos países europeos que pueden acabar cayendo en manos de gobiernos de derecha radical

Segunda jornada de la cumbre de la OTAN en Madrid

Segunda jornada de la cumbre de la OTAN en Madrid / EFE / SERGIO PEREZ

Gemma Ubasart

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Uno de los acuerdos de la Cumbre de Madrid señala que los países de la alianza atlántica tendrán que subir su gasto militar a un 2% del PIB. Aprovechando el fervor militarista que ha provocado el conflicto en Ucrania, Biden ha logrado este compromiso de sus socios. No era fácil y nunca EEUU había conseguido convencer gran parte de integrantes de la UE. Los gobernantes europeos han sido siempre conscientes que el aumento del gasto militar no es popular en el continente. Diversas encuestas apuntan en esta dirección. Por ejemplo, datos demoscópicos recientemente publicados por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores dibujan que el 51% de la población española está en contra de dedicar más recursos a esta cuestión frente a un 23% que está a favor. En este sentido pues, se ha necesitado un 'shock', utilizando la aportación de Naomi Klein, para que se haya podido transitar un cambio de tal profundidad sin mediar apenas discusión.

La aportación presupuestaria a defensa evidentemente tendrá consecuencias sobre las arcas públicas. Los recursos son finitos y, como nos explicaban en clase de economía, si aumentan los cañones disminuyen los panes. Es de esperar que estemos frente a recortes de gasto social (servicios públicos, transferencias, ayudas coyunturales de apoyo a familias y empresas…) y a una subida de impuestos. Reducir el tamaño del estado contrayendo intervención pública en la economía y recursos para servicios públicos, como nos cuenta la historia, siempre ha sido lesivo para el estado del bienestar. Pero es más, actualmente vivimos en un contexto enormemente complicado que puede resumirse en dos dimensiones.

La primera dimensión, los problemas de las economías europeas. Estas soportan una inflación no vista desde los años 80 y 90. Pero a diferencia de otros procesos inflacionarios, la actual cuenta con peculiaridades que hacen compleja su gestión. Además de un componente de calentamiento de la economía existe otro importante componente: el aumento de precios de la electricidad y los carburantes que acaba repercutiendo en el conjunto de productos. En este segundo, el mecanismo de fijación de precios de la electricidad en la UE, la dependencia energética y de materias primas de la UE respecto al exterior y, sobretodo la guerra, juegan un papel determinante. La capacidad adquisitiva de las clases populares y medias se ve reducida en unos países que ya habían cronificado situaciones de exclusión socioeconómica en una parte importante de la sociedad (la “sociedad de los dos tercios”). La Gran Recesión (sobretodo) y la pandemia (según países y intervenciones públicas) han introducido más desigualdades y vulnerabilidades. Si dura la guerra, tenemos la recesión al tocar la puerta.

La segunda dimensión, el malestar social que atraviesa Europa. La desafección ciudadana frente a la política se apoya en la mala situación económica, pero va más allá. Los datos demoscópicos alertan de una situación que puede llegar a ser explosiva. En los últimos tiempos, la insatisfacción frente al funcionamiento del sistema democrático y la desconfianza de la ciudadanía respecto a las instituciones públicas y actores políticos asume niveles históricos. Y frente a esto, más leña al fuego. Menos multipolaridad es igual a menos Europa (y sobretodo, menos giro 'neokeynesiano'). E imposibilidad de hacer frente al cambio climático. 

Esta renacida OTAN y el rearmamento mundial solo acrecentaran la crisis de unos países europeos que pueden acabar cayendo en manos de gobiernos de derecha radical. Todos estos gobernantes que se han paseado como niños con zapatos nuevos junto a Biden pueden acabar cayendo uno a uno, arrastrados por un malestar ciudadano que esta vez no tendrá una salida de progreso. Espero y deseo equivocarme. Pero si no nos tomamos en serio el desafío, ya no solo peligra el Estado del bienestar, sino la propia naturaleza de las democracias liberales. La devaluación democrática ya ha empezado en Norteamérica (aborto, emisiones, etc.). Europa puede verse arrastrada si no es capaz de ganar una cierta autonomía en el ámbito internacional y de generar las condiciones para acabar con esta guerra que acecha el corazón de Europa. 

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