Artículo de Marta Buchaca

Mi primer Sant Jordi

Vi mesas volando, fenómenos fans que desconocía y a Quim Torra confundido por Lluís Gavaldà

Lluvia en sant Jordi

Lluvia en sant Jordi / Ricard Cugat

Marta Buchaca

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Después de más de 15 años dedicándome al teatro y al audiovisual, a principios de año publiqué mi primera novela, 'Sis mesos d’hivern', publicada por Navona, así que este año, me tocaba firmar en Sant Jordi. Mi día empezó con el tradicional desayuno de Sant Jordi, en este caso en el Ayuntamiento de Barcelona. Allí pude hablar con Ada Colau a la que, con el morro que me caracteriza, le recomendé mi libro sin pudor y sinvergüenza alguna.

Mi primera firma era a las 11, así que aproveché para pasear tranquilamente hasta la parada de La Central, donde, por sorpresa y alegría, me esperaba mi primer lector. Mi primera firma. Había traído un boli de esos que dan en los hoteles, que tienen poca tinta y que se terminan enseguida. Esas eran mis expectativas para Sant Jordi. Inesperadamente la cosa acabó yendo mejor de lo que preveía, e incluso tuve que pedir prestado un bolígrafo extra.

En una de las paradas me tocó sentarme al lado de Elisabetta Gnone, una mujer que intuí encantadora, pero con la que no crucé ni una palabra porque tenía una cola eterna de fans muy jóvenes que le decían frases como “gracias por mi infancia”, “sin ti no sé qué habría hecho”. Las palabras a menudo iban acompañadas de lágrimas de agradecimiento. No conocía ni a la autora ni sus libros, pero me hizo feliz comprobar una vez más que la literatura salva vidas e infancias. Y me hizo feliz confirmar que, como intuía, los jóvenes de hoy en día no solo miran youtubers y publican en Tik Tok. Saber que en un mundo conquistado por la tecnología se sigue leyendo siempre es una gran noticia.

Vivir el Sant Jordi desde el otro lado de las puestos es una gozada para alguien que de observar ha hecho su profesión. Tenía siete horas de firmas, así que tuve rato para poder curiosear, para hablar con los otros autores y autoras y para comprobar en primera persona otros fenómenos fans que desconocía, como el de una 'influencer' que yo no sabía ni quién era. A ella la vi de lejos, porque decidió firmar de pie, en una mesa aparte y en medio de la cola formando un tapón terrible que dejó a los lectores de los otros autores y autoras sin posibilidad de paso. La popular 'escritora', muy entregada, abrazaba a cada 'lector' de su larguísima cola. Esos fans también lloraban pero el suyo no era un llanto de agradecimiento, era más bien un llanto angustiante. El típico desgarro de fan que se pasa las tardes viendo Telecinco y que convierte a los personajes que salen en esos programas en su luz a seguir.

Después del temporal, que arrasó muchas paradas y que destrozó muchos libros que quedaron totalmente inservibles, vino un rato de sol y pude cumplir con el horario establecido. Por suerte mi itinerario era 'humano', no como en otros casos, en los que se pretende que un autor esté firmando a las 10 en la Illa Diagonal y a las 11 en paseo de Gràcia. Yo firmé prácticamente todo el día en el paseo de Gràcia, así que ser puntual era relativamente sencillo. Cuando llegué a la siguiente parada los dependientes estaban estresadísimos intentando salvar los libros de dentro de las cajas, que habían quedado empapados. A Quim Torra también le tocaba firmar esa hora, y cuando entró en la parada la dependienta se le acercó e, inocente, le preguntó: "¿Eres Lluís Gavaldà”? Torra, después de una pausa en la que mostró una mirada entre incrédula, aliviada y risueña, contestó: “No, soc en Quim Torra”. E intuí que sentirse anónimo por un segundo, era una sensación que le había gustado.

En la última firma, de 20 a 21, ya pedí directamente unas birras, porque con la lluvia y el frío intuí que la afluencia sería más bien escasa. Una de las anécodatas que me contaron ese día es que hay autores que, junto a la firma, dejan el número de teléfono, a ver si hay suerte. No había pensado en esa jornada como una oportunidad para ligar, pero me pareció una idea interesante. A las 21 acababa mi jornada maratoniana y me fui directa a la fiesta de EL PERIÓDICO, que presentaba el nuevo suplemento literario Abril. Y, con un cóctel en la mano, pensé que eso de ser novelista no estaba nada mal, así que decidí que me pondría a escribir otra novela. No vaya a ser que el próximo Sant Jordi salga el sol.

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