Ágora

Transición para las personas

Transición justa significa adaptar la economía a los límites del planeta y aprovechar las enormes capacidades de que disponemos sin dejar a nadie atrás

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Cristina Torre

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CCOO de Catalunya coorganizamos con el Club de Roma y EL PERIÓDICO un ciclo de conferencias en el CaixaForum Macaya de Barcelona que hemos llamado: ‘Transiciones… Cuando hablamos de transiciones nos referimos a un presente de cambio'. Identificamos tres vectores de esta transformación: la digitalización, la economía circular y la transición energética, y una condición que es imprescindible y que es nuestro objetivo: la transición debe ser justa.

Empujada por circunstancias que pueden parecer coyunturales, pero que están relacionadas con dinámicas que vienen de lejos, nuestra sociedad ya parece ser consciente de la necesidad de afrontar urgentemente los retos reiteradamente pospuestos.

De la misma forma que diferentes efectos del calentamiento global pueden retroalimentarse agravando el cambio climático y haciendo más imprevisibles sus consecuencias, esta transición en diferentes campos de forma simultánea hace crecer exponencialmente los riesgos y las oportunidades.

Así, la digitalización está transformando unas sociedades que se encuentran ante la ambición de progreso y la fascinación por la tecnología, pero también ante el miedo a sus efectos sobre el medio social, el trabajo, la seguridad y la propia democracia. El mundo digital puede multiplicar extraordinariamente la productividad del trabajo, pero al mismo tiempo puede aumentar la desigualdad, la injusticia y la explotación de las personas trabajadoras. En CCOO nos enfrentamos cotidianamente a estos efectos negativos. Se trata, sin embargo, de una cuarta revolución industrial que redefine las relaciones laborales y los centros de trabajo. Se necesitan cambios profundos en el actual marco jurídico, laboral y fiscal y nuevas herramientas de protección para las personas que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad.

Aparte del calentamiento global, la pérdida de biodiversidad y otros daños ambientales, estamos tomando conciencia de que los materiales son limitados. Cambiar nuestro sistema de producción de bienes y servicios desde un modelo lineal, que considera los recursos como inagotables y genera residuos –muchos contaminantes– de manera creciente hacia una economía circular es un reto inaplazable, no solo para resolver la gestión de los residuos sino para disponer de las materias y recursos necesarios en el futuro. Este cambio implica todas las fases de la producción, desde el diseño hasta la recuperación de materiales, pero también cambios en el modo de comercialización y uso, pasando desde una industria que vende productos a una que ofrece servicios. La economía circular no es un subsector económico de la gestión de residuos sino un cambio radical en todas las actividades productivas y tendrá efectos en casi todas las empresas y sectores.

La transición energética es la más presente en estos momentos, es necesario reducir la demanda con el ahorro y la eficiencia, electrificar el consumo para proveer la demanda con fuentes renovables que –muy mayoritariamente– de lo que nos proveen es de electricidad. Debemos gestionar una generación basada en un parque renovable y encontrar soluciones para las actividades basadas en el uso de combustibles fósiles. Es necesario garantizar el suministro a las personas en situación vulnerable. El abandono de las energías contaminantes tendrá impactos territoriales que también será necesario abordar.

Sin embargo, la transición energética nos ofrece enormes oportunidades: reequilibrio territorial, comunidades energéticas y autoconsumo, autosuficiencia energética y acabar con el enorme peso que los fósiles tienen en nuestras importaciones, etc. Sin embargo, las oportunidades las aprovecha quien está a la vanguardia: la nueva industria se instalará cerca de los lugares en los que se genere electricidad renovable y las nuevas ocupaciones se generarán donde este cambio esté más avanzado. En este campo, el retraso en Catalunya es muy grave.

Los cambios ya se están produciendo, pero como sociedad carecemos de visión y un objetivo claro. Debemos ir hacia una economía real y social, menos ‘financiarizada’, basada en el conocimiento, el reconocimiento de los trabajos esenciales y de los cuidados. Tenemos las herramientas y nos falta consenso y liderazgo. Transición justa significa adaptar la economía a los límites del planeta y aprovechar las enormes capacidades de que disponemos sin dejar a nadie atrás generando mejor empleo y sociedades más equitativas y más democráticas.

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