La Tribuna / José Antonio Sorolla

Macron y los extremos

En Francia, el pacto republicano, la unidad de los partidos contra la extrema derecha de Le Pen, cada vez funciona con más deserciones

La candidata de Reagrupación Nacional en las presidenciales francesas, Marine Le Pen.

La candidata de Reagrupación Nacional en las presidenciales francesas, Marine Le Pen. / SARAH MEYSSONNIER

José A. Sorolla

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Hace cinco años, Emmanuel Macron prometió acabar con los extremos y con lo que ha acabado es con los partidos centrales. La extrema derecha suma casi un tercio del electorado (32,28%, cinco puntos más que en 2017), la extrema izquierda alcanza el 23,28% (dos puntos más que en 2017) y el voto de protesta a derecha e izquierda se eleva al récord del 55,56% (siete puntos más que en 2017). Si además se suma la abstención (26,3%), más de dos tercios de los franceses no se sienten representados por los partidos moderados, incluidos entre ellos el Partido Comunista y los ecologistas. La derecha clásica y los socialistas no llegan al 7%.

Para la segunda vuelta del día 24 se dibujan dos estrategias. Macron (27,85% en la primera vuelta) apela al pacto republicano y a la unidad de los partidos moderados para frenar a Marine Le Pen (23,15%), mientras que la candidata de la extrema derecha plantea la votación definitiva como un referéndum contra el presidente saliente.

Pero el pacto republicano –la unidad de los partidos contra la extrema derecha— cada vez funciona con más deserciones. Empezó a debilitarse en elecciones legislativas y locales durante la presidencia de Nicolas Sarkozy, que defendía la política de ni-ni, ni extrema derecha ni socialistas a la hora de desistir en favor del candidato mejor colocado. Ahora, el éxito o el fracaso del pacto republicano está en manos de los votantes de Jean-Luc Mélenchon (21,95%), divididos entre la abstención y el voto a Macron o a Le Pen, aunque el líder haya pedido que ningún sufragio de sus votantes vaya a parar a la dirigente del Reagrupamiento Nacional.

Macron, el "presidente de los ricos"

Para atraerse a los electores de Mélenchon, Macron necesita el giro social que nunca llegó durante su mandato, pese a haberlo anunciado varias veces, por lo que quedó fijada su imagen como la del “presidente de los ricos” al priorizar una política de derechas. Macron ya ha lanzado algunos guiños en esta dirección, como replantear su intención de elevar la edad de jubilación de 62 a 65 años o someter a referéndum la controvertida reforma de las pensiones. ¿Serán suficientes?

Le Pen también persigue el electorado de Mélenchon, con promesas socioeconómicas tan golosas como difíciles de financiar: bajar el IVA de los carburantes y suprimirlo en 100 productos básicos o eliminar el IRPF para los menores de 30 años. A los votantes ‘insumisos’ les puede satisfacer asimismo la promesa lepenista de salir del mando militar integrado de la OTAN.

El proceso de ‘desdiabolización’ iniciado hace años por Marine Le Pen ha conseguido dulcificar su imagen, a lo que ha contribuido también en esta campaña el extremismo de Éric Zemmour, que ha ‘moderado’ a su oponente de extrema derecha. Le Pen es ahora simpática (para un 53% de los franceses frente a un 47% para Macron), cercana a las preocupaciones de la gente (60% frente a 35% para Macron), apegada a valores democráticos (57%) y capaz de unir a los franceses (47% frente a 40% para Macron).

"Detrás de la imagen amable de Le Pen, su programa electoral sigue siendo de extrema derecha. Su programa desmantela el Estado de derecho y rompe con los principios republicanos de 1789, de la Constitución de 1946 y de la de 1958"

Pero detrás de esta imagen amable, su programa electoral sigue siendo de extrema derecha. Pretende, por ejemplo, hacer un referéndum para incluir en la Constitución la “prioridad nacional”, es decir, la discriminación entre franceses y extranjeros; abolir el derecho de suelo para que la nacionalidad se obtenga solo por derecho de sangre, algo a lo que no se atrevió ni el régimen de Vichy; situar el derecho francés por encima del europeo (como defienden los regímenes iliberales de Polonia y Hungría) y no salir de la UE ni del euro, como prometía en 2017, pero sí sustituir la UE por una alianza de naciones. Su programa desmantela el Estado de derecho y rompe con los principios republicanos de 1789, de la Constitución de 1946 y de la de 1958.

En política exterior, además de salir del mando de la OTAN, propone una alianza de seguridad con Rusia en cuanto acabe la guerra de Ucrania –en 2017 se declaró seguidora de Vladímir Putin y Donald Trump-- y una política de rivalidad y hostilidad con Alemania, que acabaría con el motor franco-alemán de la UE.

Todas las encuestas para la segunda vuelta dan ganador a Macron. Pero su victoria no está asegurada porque el margen es estrecho y grande la incógnita de qué harán los votantes de Mélenchon. Aunque gane Macron, el futuro es sombrío porque el presidente no podrá optar a un tercer mandato y no tiene ni partido ni sucesor claro.

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