Artículo de Meritxell Borràs

El uso de tecnologías de reconocimiento facial

La guerra de Ucrania muestra cómo de difícil es prever el uso que se hará de la información que publicamos en internet

Móviles en el MWC

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Meritxell Borràs

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El uso de inteligencia artificial en sistemas de reconocimiento facial en espacios públicos ha generado un gran debate social por el elevado grado de intrusión que estas técnicas pueden comportar para los derechos de las personas. De hecho, numerosas instituciones y organizaciones han pedido la prohibición de este tipo de tecnología, como mínimo hasta que se realice un análisis riguroso de las posibles implicaciones que pueden tener en nuestro modelo de sociedad. 

La propuesta de reglamento europeo sobre inteligencia artificial prohíbe explícitamente determinados sistemas de inteligencia artificial, como por ejemplo los que tengan por finalidad la vigilancia indiscriminada generalizada. 

A esto hay que añadir que la vigilancia masiva que esta tecnología (recogiendo, almacenando y procesando nuestras caras) afecta no solo a nuestra privacidad, sino también a nuestro concepto de identidad, a nuestra autonomía y a nuestra forma de participar en el propio sistema democrático, puesto que crea una situación en que estamos constantemente monitorizados e identificados. 

Recientemente se ha dado a conocer que se utiliza la tecnología de reconocimiento facial de ClearView AI para detectar infiltrados en el conflicto armado en Ucrania. En general, la importancia que las TIC tienen en nuestra sociedad tiene, lamentablemente, su reflejo no solo en elementos positivos. Por ejemplo, los ciberataques a infraestructuras críticas que precedieron al conflicto armado o los intentos de control de la opinión publica mediante las redes sociales.

Esta empresa ofrece servicios de reconocimiento facial, principalmente de identificación (a partir de una imagen captada por una cámara indica la identidad de aquella persona), dando acceso a una enorme base de datos, con más de 10.000 millones de fotos de un número indeterminado de personas, obtenidas haciendo 'scraping' en internet. Cualquier imagen accesible públicamente y asociada a una persona concreta es susceptible de ser incluida. Este procedimiento se hace sin el consentimiento y, ni siquiera, el conocimiento de los afectados, que desde este desconocimiento no pueden ejercer sus derechos. 

En la Unión Europea, disponemos de normas que prohíben estos tipos de tratamientos. De hecho, varias autoridades europeas han acabado sancionado estas actividades. La más reciente, la de la autoridad italiana de protección de datos que le impuso una sanción de 20 millones de euros.

El caso de Ucrania muestra claramente cómo de difícil es prever el uso que se hará de la información que publicamos en internet (en este caso, fotografías). Ha sido la guerra, lamentablemente, la que nos ha mostrado otra aplicación del reconocimiento facial. Por el gran impacto que esta tecnología puede tener, el Comité Europeo de Protección de Datos ya pidió, junto con el Supervisor Europeo de Protección de Datos, una prohibición general de cualquier uso de la IA para el reconocimiento automático de rasgos humanos en espacios de acceso público, como por ejemplo rostros, pero también huellas dactilares, ADN, voz, pulsaciones de teclas y otras señales biométricas.

Por supuesto, todos los potenciales riesgos son difíciles de prever y hay que buscar un equilibrio para utilizar la tecnología con confianza, pero, en cualquier caso, hay que minimizar estos riesgos al máximo siendo cuidadosos en la difusión que hacemos de nuestra información personal. En definitiva, a pesar de la voluntad de las autoridades de protección de datos de garantizar al más alto nivel los derechos de las personas, es imprescindible que cada individuo sea consciente de los riesgos y actúe de manera proactiva para reducirlos al máximo.

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