Artículo de Montserrat Mínguez

Lejos de la estanflación

Una clienta elige productos en un supermercado.

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Montse Mínguez

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¿No les da la sensación de que de repente todos sabemos y opinamos de todo? Todos, en ciertos momentos, somos expertos virólogos, expertos vulcanólogos, expertos en estrategia militar y cómo no, el que creo que más nos gusta, expertos economistas.

Hoy se oye, se opina y algunos incluso sentencian sobre que España está en riesgo de estanflación. La estanflación es la situación económica en un país en la que se combina una recesión del crecimiento del país con una fuerte inflación. Se determina que existe una recesión cuando el PIB decrece durante dos trimestres consecutivos y cuando esa recesión se combina con una alta inflación, el proceso recibe el nombre de estanflación.

Los que hoy dicen que estamos en situación de estanflación, son los mismos que en octubre de 2021 decían que España estaba en quiebra o los mismos que auguraron que tardaríamos cuatro años en tener a toda la población vacunada. Que actualmente en nuestro país estamos viviendo una inflación muy alta a consecuencia de la invasión de Rusia sobre Ucrania es una realidad, pero también es una realidad que el crecimiento en nuestro país es bastante elevado.

Convivimos con una inflación a cierre de marzo del 9,8% y aunque las autoridades independientes rebajen la previsión de crecimiento de nuestro producto interior bruto, todas coinciden en que creceremos a cierre de año. Esta semana hemos conocido los datos: el Banco de España prevé que la economía española crezca un 4,5% en 2022 y la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF) un 4,3%.

Así que, mirando los datos, no se da estanflación. Diga lo que diga un tertuliano o un político día sí y día también en cualquier medio al que acuda.

Tenemos un problema de precios, cierto y verdadero, y debemos tomar medidas que den respuesta a ese problema, y como en todo, seguramente no se acierta dando en el centro de la diana, pero no hay duda de que las medidas anunciadas por el Gobierno de España para combatir esa inflación van en buena dirección.

Un paquete de medidas que servirán para proteger a los sectores y ciudadanos más afectados, repartir de forma justa los efectos de la guerra y preservar al máximo la senda de crecimiento y creación de empleo ya iniciada.

El plan se compone de cinco ejes: medidas para apoyar el tejido económico y empresarial, medidas para ayudar a las familias, trabajadores, personas desplazadas y ayuda humanitaria, medidas en materia de transportes, medidas en materia de ciberseguridad y medidas en materia de energía, para abaratar el precio final de la electricidad a hogares y empresas.

Un plan que ya está siendo ridiculizado por la derecha y ultraderecha de nuestro país, aun movilizando 16.000 millones de euros: 6.000 millones de euros en ayudas directas y rebajas de impuestos, y 10.000 millones de euros en créditos ICO.

La solución que ofrecen “erre que erre”, y que ya les aviso que la van a escuchar hasta aburrirse, es la deflación del IRPF y que sin eso: la nada, la hecatombe, el desastre, la ruina, la destrucción. Los que ahora piden bajar el IRPF son los mismos que lo subieron cinco veces cuando gobernaban.

Como dijo el director de la Agencia Tributaria esta semana en su comparecencia en el Congreso de los Diputados, deflactar el IRPF supondría una minoración de ingresos y no beneficiaría a los más vulnerables. En el IRPF hay 18 tramos que se reparten a nivel estatal y autonómico, por lo que cualquier medida en este sentido tiene en primer lugar una complejidad de gobernanza. Y, en segundo lugar, tal y cómo advirtió, los únicos que no se beneficiarían de esa medida serían los contribuyentes con menos renta y los hogares más vulnerables porque están fuera del impuesto.

No saben cómo me gustaría que el ruido del interés partidista se aparcara por momentos, aunque con unas elecciones andaluzas a la vuelta de la esquina, mucho me temo que todavía será más ensordecedor.

Una lástima, porque la situación actual merece que los grupos parlamentarios busquemos los consensos necesarios. De la misma manera que se consigue acordar con agentes sociales y con las comunidades autónomas, no entiendo ¿por qué es tan difícil acordar con aquellos que se presentan como la solución? Será porque, aunque se presenten ante la ciudadanía como la solución y tengan ganas de hacer (por fin) las cosas bien no son más que los que siempre buscan “follón”.

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