Artículo de Josep Piqué

Preparar la posguerra

Hay que ir pensando qué hacer cuando llegue el alto el fuego en Ucrania. Todas las guerras acaban en una posguerra. Y aunque puedan ganarse las primeras, pueden perderse las segundas

Una fotografía proporcionada por la Oficina de Prensa del Presidente turco muestra al Presidente turco Erdogan (R) dando la bienvenida a las delegaciones rusa y ucraniana antes de sus conversaciones, en el Palacio Dolmabahce en Estambul, Turquía, el 29 de marzo. 2022. Las delegaciones de Rusia y Ucrania deben reanudar las conversaciones cara a cara en Estambul ese día. (Rusia, Turquía, Ucrania, Estanbul)

Una fotografía proporcionada por la Oficina de Prensa del Presidente turco muestra al Presidente turco Erdogan (R) dando la bienvenida a las delegaciones rusa y ucraniana antes de sus conversaciones, en el Palacio Dolmabahce en Estambul, Turquía, el 29 de marzo. 2022. Las delegaciones de Rusia y Ucrania deben reanudar las conversaciones cara a cara en Estambul ese día. (Rusia, Turquía, Ucrania, Estanbul)

Josep Piqué

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Sea cual fuere el desenlace de la agresión rusa a Ucrania, hoy todavía muy incierto, todo va apuntando a un alto el fuego más pronto que tarde.Por una parte, es necesario parar la brutal intervención militar y minimizar las víctimas y, por otra, se hacen cada vez más evidentes las limitaciones ofensivas y logísticas del ejército ruso y la constatación de que Vladímir Putin ha perdido en todos los frentes. Por ello, hay que ir pensando en qué hacer después.

Independientemente de si Rusia consigue conquistar Odesa y establecer un corredor entre Crimea y Transnistria, cortando el acceso de Ucrania al mar Negro, parece claro que la continuidad terrestre entre el Donbás y Crimea es una realidad, controlando totalmente el mar de Azov. En cambio, no es evidente que el asedio a Kiev o Jarkov termine en la ocupación, habida cuenta del enorme coste que eso supondría para el ejército ruso, no solo por las bajas propias sino por su incapacidad de mantener la ocupación por mucho tiempo.

Servicio Estatal de Emergencias de Ucrania / DPA

Servicio Estatal de Emergencias de Ucrania / DPA / Servicio Estatal de Emergencias de Ucrania / DPA

Por el momento, solo podemos especular, aunque debamos incorporar al futuro inmediato hechos consumados que, lamentablemente, Rusia querrá mantener. En cualquier caso, una hipótesis de retirada rusa no es hoy concebible, aunque acabara circunscribiendo su ocupación a Crimea, el Donbás y el mar de Azov.

A partir de un armisticio, habrá que establecer algunas premisas básicas.

La primera es que cualquier decisión que afecte a la soberanía y a la integridad territorial de Ucrania corresponde exclusivamente a su gobierno legítimo. Ello implica que la eventual neutralidad del país debe aceptarse y ser asumida por los ucranianos y solo por ellos, igualmente que cualquier hipótesis sobre Crimea o Lugansk y Donetsk.

La segunda es que mientras no exista un acuerdo entre Rusia y Ucrania, y se mantenga una ocupación ilegal, la posición de Occidente debe mantenerse unida y firme, incluyendo la continuidad de las sanciones y el apoyo militar y político a Ucrania, así como el refuerzo del despliegue de la Alianza Atlántica. Sin olvidar la reducción de la dependencia energética, que debe acelerarse.

La tercera es que la única salida duradera al conflicto pasa por un cambio sustantivo en la política de Rusia, renunciando al uso de la fuerza. Eso solo podrá producirse si Putin desaparece del escenario y es sustituido por dirigentes dispuestos a asumir las reglas del juego que, en su día, se fijaron en el Acta de Helsinki, constitutiva de la CSCE (después trasformada en la OSCE, Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), en 1975, en plena guerra fría.

El marco de convivencia existe y no puede ser otro que revitalizar la OSCE, que funcionó satisfactoriamente hasta el 2008 (con la intervención rusa en Georgia) y que entró en coma a partir de 2014, con la anexión ilegal de Crimea y la ocupación de una parte del Donbás.

Los responsables del fracaso

Conviene a su vez recordar que el espíritu de Helsinki impulsó la implementación de los tratados limitativos y de reducción de armas nucleares y, tras la caída del muro de Berlín y la implosión de la URSS, la puesta en marcha del Consejo OTAN-Rusia para el diálogo político y la mutua información en cuestiones militares y de seguridad. 

La voluntad entonces era incorporar a Rusia en el mundo post-soviético, mediante reglas de juego comunes y sobre la base de la confianza y la transparencia mutuas. Esa voluntad incluyó el apoyo a la institucionalización democrática y las reformas económicas que se efectuaron en Rusia y que no llegaron a cuajar. La responsabilidad por ese fracaso no fue de Occidente, sino de unos dirigentes rusos que propiciaron la constitución de oligarquías procedentes de privatizaciones opacas, en la época de Boris Yeltsin, y posteriormente por la concentración del poder en Putin y su círculo inmediato, en un proceso de creciente autoritarismo que ha cristalizado en una autocracia con vocación inequívocamente totalitaria.

Vladímir Putin.

Vladímir Putin. /

Desde hace años, se observan además componentes revanchistas, alimentados por un ultranacionalismo que reivindica la idea de una gran Rusia eslava (basada en una historia falseada) y de un perímetro de seguridad propio de la tradición zarista y soviética, que no reconoce soberanías plenas de los Estados afectados.

Las pretendidas 'razones' rusas son, pues, espurias, incluyendo el argumento de una ampliación agresiva de la OTAN que no respetó los teóricos compromisos asumidos durante la discusión sobre la reunificación alemana. Entre otras cosas, porque la OTAN se abrió a nuevos países de la antigua órbita rusa respondiendo a su petición soberana, porque ansiaban algo tan elemental como su libertad.

Sin embargo, parece obvio e imprescindible que cualquier marco de seguridad en el continente europeo debe contar con Rusia. Ello solo es plausible sin Putin, cuyo destino debería ser terminar juzgado por crímenes de guerra. Rusia podrá recibir garantías de seguridad sobre la base de garantizar la de los demás.

En ese contexto, el debate sobre una arquitectura estable de seguridad en Europa es imprescindible a partir de los principios de la OSCE y del espíritu de los tratados de desarme, así como la fijación de concesiones recíprocas que garanticen la distensión y la consolidación de un espacio compartido de paz y seguridad.

Todas las guerras acaban en una posguerra. Y aunque puedan ganarse las primeras, pueden perderse las segundas.