GOLPE FRANCO
El alma es para el que la trabaja
Juan Cruz
Periodista y escritor. Adjunto al presidente de Prensa Ibérica.
Mucho se está diciendo ahora que el PSG que perdió en Madrid, una merecida paliza protagonizada por Benzema, es un equipo sin alma. Suele suceder con las personas o las entidades que carecen de carisma, preocupados más por ganar que por convencer. Llegan, compran, y se van, y a veces llegan, se deslumbran y mueren.
El PSG jugó como si ya hubiera ganado sólo porque tiene (ha comprado, en realidad) a los mejores. En fútbol, desde hace tiempo, tener futbolistas no es haber formado futbolistas, sino haberlos comprado. Tienes necesidad de un portero, vas a un mercado de lujo y te llevas a un portero, que luego te sale rana por una tontería. O te enteras de que un argentino, pongamos que se llame Messi, está algo enfadado con quienes lo llevan tratando desde niño, le haces una oferta (dinero, dinero, ahí no hay corazón sino dólares o euros) y te lo llevas como quien se compra un juguete sin usar.
En ese tejemaneje se pierde el alma, y eso le ha pasado al PSG que perdió en Madrid. Ocurrió antes, naturalmente, y seguirá ocurriendo. Sin ir más lejos, cuando el Barça tenía alma y aún no la había perdido en Lisboa, Sergi Roberto entró en el área desalmada del equipo francés y lo apeó de un triunfo para el que el jeque parecía haber nacido.
Ahora, en cierto modo, le ha pasado a este PSG de tantos dineros lo mismo que le pasó en Barcelona aquella noche feliz del canterano que ahora parece penar por su resurrección. Mbappé hizo lo posible por acelerar cada vez que veía que el Madrid descuidaba su cuerpo de guardia, pero cuando mejor estaban para ganar él y su equipo, incluido Messi, que buscaba con lupa su alma extraviada, se sintieron obligados a una siesta.
Apareció Benzema
Esperaban despertar cuando ya se hubieran barajado las cartas y estuviera preparada la merienda cena. En ese momento relajado apareció Benzema, que los conoce, y los hizo añicos. En esa cuesta abajo en la rodada, el francés del Madrid tuvo muy en cuenta que el alma se pudre primero por la portería. Y, en efecto, el italiano que ahora es un alma en pena en París dejó que el fallo más ridículo de la historia del fútbol sin alma abriera la puerta como quien nunca ha tenido necesidad de cerrarla.
Por esa puerta se fue viendo que el PSG perdía el alma. Ahora el rico que es dueño del equipo multinacional más rico del mundo anda buscando almas a estrenar, pero eso no se compra ni se vende, eso se va haciendo, por ejemplo, como se hizo el alma de Messi, que sólo se reencarnará, ay, cuando regrese al Barça, donde su espíritu espera a que vuelva su añorado cuerpo.
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