Guerra de Ucrania

La paz como prerrequisito para la salud

En medio de las explosiones y los misiles, los ucranianos también se ven afectados por el covid, con una de las incidencias más altas y unos niveles de vacunación de los más bajos

Los refugiados hacen cola en el frío mientras esperan ser trasladados a una estación de tren después de cruzar la frontera de Ucrania hacia Polonia, en el cruce fronterizo de Medyka en Polonia

Los refugiados hacen cola en el frío mientras esperan ser trasladados a una estación de tren después de cruzar la frontera de Ucrania hacia Polonia, en el cruce fronterizo de Medyka en Polonia / Louisa GOULIAMAKI / AFP

Joan Guix

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Paz y salud son dos conceptos, dos realidades difíciles de definir en positivo y absolutamente interdependientes, pero también dos derechos humanos. Si la salud es “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solo la ausencia de afecciones o enfermedades” y la paz “no es simplemente la ausencia de guerra, sino la presencia de justicia, de ley, de orden, en resumen, de gobierno.", es evidente que la paz es un prerrequisito, condición previa para que pueda haber salud, aquel conjunto de condiciones que posibilitan la salud. No puede haber salud sin paz.

No nos referimos solo a las consecuencias directas de las acciones bélicas, sino al impacto que la violencia y la guerra tienen sobre los proyectos de vida de la gente. La guerra, horrorosa por la injusticia que comporta, desarticula al conjunto de toda la sociedad y al tejido social. El impacto de las acciones militares no solo afectan a los miembros de las fuerzas armadas combatientes en los frentes. Está demostrado que, en los conflictos bélicos ocurridos durante la última década, más de un 90% de las víctimas corresponden a la población civil. Se puede afirmar que el frente de guerra es “más seguro” que la retaguardia. Incluso, cuando llegue el cese de las hostilidades armadas y el fin de la violencia física, sus consecuencias, no solo en vidas humanas y económicas, sino también, entre otras, en términos de salud, no se habrán acabado, sino que continuarán de forma más silente pero contundente. Cese de hostilidades y paz no son equivalentes. Se tardará años, en las mejores circunstancias. Las consecuencias y el día a día de la “no paz” pueden ser y son, de hecho, tan graves, duras e injustas como las de la guerra activa.

En salud pública hablamos de los determinantes sociales de la salud, y los definimos como “el conjunto de factores personales, sociales, económicos y ambientales que determinan el estado de salud de los individuos o poblaciones” y, entre otros, hay que considerar los ingresos económicos, la educación, la vivienda, el trabajo y el paro, el medio ambiente, el acceso al agua potable o la alimentación, además de los servicios sanitarios. Depende de cómo se comporten estos determinantes nuestra salud será mejor o peor. Es evidente que, si no hay paz, en una situación de guerra, estos determinantes se verán altamente resentidos y esto repercutirá en un peor estado de salud. Además, situaciones de injusticia, indignidad, desigualdad u opresión empeorarán la situación.

Guerra significa, ya lo hemos dicho, además de muertos, heridos y destrucciones, desestructuraciones familiares, invalideces y afectaciones crónicas debidas a las lesiones, enfermedades mentales y alteraciones psíquicas, migraciones forzadas, destrucción de viviendas, industrias e infraestructuras, desarticulación de los servicios y, entre ellos, los sanitarios, los educativos y los de asistencia social, alteraciones en la producción y distribución de los alimentos, alteraciones del entorno, de la potabilidad del agua de consumo y atmosféricas, descontrol de enfermedades crónicas, incremento de las adicciones, especialmente de alcohol y drogas, epidemias por afectación de las infraestructuras de salubridad y, en resumen, incremento de las desigualdades y las inequidades. La carencia de la paz implica carencia de salud.

La guerra ha llegado a Europa de nuevo. Ucrania está siendo atacada duramente por Rusia. Los medios de comunicación hablan y ofrecen imágenes constantemente. La gente habla por la calle. Aquello que nunca habríamos querido volver a ver, lo volvemos a ver. Y esto pasa en un país que ya está en una situación de guerra encubierta desde 2014.

Añadamos el hecho, olvidado por las explosiones y los misiles que Ucrania, como el resto del mundo, todavía está en medio de una pandemia: el covid. Y no en las mejores condiciones. Ucrania tiene uno de los niveles de incidencia de la infección más altos (616,58/100.000), con más de 5 millones de positivos acumulados y unos niveles de vacunación de los más bajos: 36,75%. Mala situación. ¿Quién se acordará del covid, cuando caen las bombas? Pero el virus continuará su camino, empeorando la situación de la salud en aquel país.

Hay que parar la guerra cuanto antes. Un elemento positivo que jugó y jugará a su favor: la dignidad, que también es una de las características de la paz y de la salud.

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