ANÁLISIS

El rey desnudo

Aficionados del Atlas y del Querétaro abandonan el césped.

Aficionados del Atlas y del Querétaro abandonan el césped. / Sebastian Laureano

Sònia Gelmà

Sònia Gelmà

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 No está siendo este 2022 un buen año para la humanidad, tampoco en el deporte rey. Este fin de semana hemos visto imágenes terroríficas, escenas de animales sedientos de violencia que, bajo la excusa de una camiseta, han cometido una barbarie. Lo que ha pasado en México nos demuestra que tenemos una sociedad enferma, que no consigue educar en el respeto al resto de mortales.

La carnicería que se desató en Querétaro parte de una masa enardecida por el odio que entiende el fútbol como la vía de descarga de todas sus frustraciones. Qué tipo de educación les ofrecemos para que piensen que deben solucionar sus diferencias a tiros, a machetazos o a patadas.

No son aficionados al fútbol sino delincuentes que encuentran refugio en este deporte. Y eso es lo que debe cambiar, que los clubs y sus aficionados los expulsen de esa madriguera, que no les pueda servir de escondite. Y me dirán que eso pasó al otro lado del océano, que aquí nuestros queridos hooligans son mucho más civilizados. Solo insultan ¿verdad? Pobre consuelo para un deporte rey que va desnudo.

Un fútbol enfermo

Y puesto que ese fútbol está enfermo y su mejoría es lenta --casi tan calmosa como nuestros avances hacia la igualdad--, permítanme que deposite todas mis esperanzas en ese otro que está creciendo, que aún está en su adolescencia y puede librarse de sus vicios. Por una vez, llegar medio siglo más tarde puede ser una ventaja. Porque la discriminación positiva la tuvieron ellos, como siempre, de manera natural. Se apropiaron del juego y gracias a toda la visibilidad que se les dio, ahora pueden utilizar la manida frase: cada uno que cobre lo que genere.

Perfecto, que se queden los ingresos. No queremos ese fútbol para ellas, queremos uno mejor. Mientras tanto, disfrutemos de un partido este domingo que puede servir para que el Barça gane la liga. Ante el Madrid, en un ambiente familiar, de celebración y con una rivalidad bien entendida. Y, por cierto, este 8 de marzo volvemos a alzar la voz, porque queremos lo que merecemos.  

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