La gestión de la pandemia

El caos evitable

Compadezco a los responsables políticos a los que les ha tocado gestionar esta crisis con tantas dosis de incertidumbre en estos dos años

Una farmacéutica entrega un test de antígenos en una farmacia

Una farmacéutica entrega un test de antígenos en una farmacia / JORDI COTRINA

Núria Iceta

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Estos días la palabra que más se repite respecto a la gestión de la pandemia es “caos”. La escuela es un caos, los CAP son un caos, las farmacias son un caos. Pero me gustaría argumentar por qué no estoy de acuerdo en que sea un caos y cómo podemos hacer para mitigar la sensación de caos.

Yo, que soy de naturaleza empática, compadezco a los responsables políticos a los que les ha tocado gestionar esta crisis con tantas dosis de incertidumbre en estos dos años. Ante el supuesto caos parece que hay gente que obvia algo tan sencillo como el pensar que nadie quiere hacer mal su trabajo expresamente, y que lo más probable es que puestos nosotros en su sitio pasaría más o menos lo mismo.

Lo que debemos asumir es que nunca se da suficiente información y nunca suficientemente clara para todos. Con gente que todavía se presenta en la farmacia con la mascarilla medio bajada y preguntando "soy positivo, qué debo hacer", no podemos bajar la guardia de la información constante y creíble. Solo los sabelotodos se atreven a opinar con una seguridad que en otros contextos me resultaría encomiable sobre lo que se debe hacer o lo que no. Lo que no puedo entender es que sigan entrevistando a científicos que cuestionan medidas políticas. Pueden hacerlo, por supuesto, pero no entiendo que no se les ponga al lado un responsable de salud que pueda rebatir las críticas. Dejar sospechas en el aire solo genera inquietud, y es responsabilidad de los medios de comunicación evitarlo. De la misma forma, con más de 120.000 alumnos confinados esta semana, no entiendo que las declaraciones de los responsables de educación para cambiar los protocolos que se producen tan a menudo no se hagan conjuntamente con los responsables de salud que los han creído convenientes. La credibilidad depende de ello, porque si no, pueden dar la impresión de ser arbitrarios o de basarse en medidas no acordadas, y tensionar aún más la ‘auctoritas’ y la ‘potestas’. En definitiva, pueden dar una sensación de caos perfectamente evitable.

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