Emergencia sanitaria
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Ómicron y la Navidad

Gente de compras y de paseo en el Portal de l'Àngel de Barcelona, el 11 de diciembre.

Gente de compras y de paseo en el Portal de l'Àngel de Barcelona, el 11 de diciembre. / MANU MITRU

Ya es evidente que nos hallamos ante una sexta ola de la pandemia, provocada por la irrupción de la variante ómicron, la última mutación conocida del virus. Los datos son contundentes y, en palabras del ‘conseller’ de Salut, será la variante mayoritaria de aquí a fin de año y la dominante en unas tres semanas. Lo más relevante de ómicron es la velocidad con la que se propaga (es entre dos y tres veces más transmisible que la delta), con unos índices desbocados de infección que no necesariamente implican, por ahora, una presión insostenible en los hospitales y en las UCI, pero que preocupan porque vuelven a situar a nuestro país en una zona de riesgo, como no vivíamos desde el julio pasado. Así se entiende la convocatoria urgente, para la semana que viene, de la Conferencia de Presidentes autonómicos, para tratar de dar una respuesta unitaria en términos de nuevas restricciones. En otros países del entorno europeo, como en los Países Bajos, las medidas ya son extremas, similares (en cuanto a cierres de establecimientos no esenciales y reducción del número de personas que pueden reunirse) a las más estrictas que padecimos durante buena parte del período pandémico.

Los asesores científicos proponen, en este momento, intensificar las medidas ya vigentes, en el sentido de intensificar el teletrabajo, ampliar el pasaporte covid a otras actividades y restringir los encuentros sociales, al tiempo que abogan por una aceleración de la vacunación, especialmente con la dosis de refuerzo que ya se suministran a la población mayor de 60 años y que también están previstas para otras franjas de la población, a partir de los 40. 

Los casos semanales se han duplicado en 15 días, con una incidencia acumulada en los últimos 14 que se ha disparado de los 284 a los 581 nuevos positivos. Todos los parámetros van en este misma dirección, también el porcentaje de pruebas positivas y la velocidad de propagación (Rt), pero, por ahora, la situación en los hospitales, aunque tensionada, no llega a los niveles que provocaron la adopción de las medidas más restrictivas de hace un año. Se producen, pues, el triple de contagios que en diciembre de 2020, pero solo se registran un tercio de las defunciones que tuvieron lugar entonces, con unos 280 enfermos por covid ingresados ante la cifra de 345 del diciembre pasado. 

La incidencia de las vacunas –con más de un 80% de vacunados mayores de 12 años– ha sido determinante para que la curva no sea mortífera, pero los estudios más recientes, aunque consideran que la nueva variante es menos grave, también certifican que el efecto de los antígenos en el nivel de generación de anticuerpos disminuye con el tiempo y, además, determinadas vacunas pueden demostrarse ineficaces ante la ómicron, como mínimo en su probabilidad de transmisión. 

La incertidumbre es grande, pero lo que es meridianamente claro es la necesidad de combatir una mutación (con la debida celeridad en la administración de las dosis de refuerzo) que podría derivar en una situación crítica. Deberán adoptarse las medidas que protejan la salud comunitaria, aunque la posibilidad de nuevas restricciones (más en esta época, más con la perspectiva de la Navidad y la proliferación de reuniones familiares) llegue en un momento, casi dos años después de la irrupción de la pandemia, de mucho cansancio colectivo. Conviene no solo extremar las precauciones habituales, sino tomar conciencia de la gravedad del asunto y asumir, como enésima prueba de responsabilidad social, con calma, pero con contundencia, las actuaciones que dicten las autoridades.