Afrontar el tabú

Verónica Forqué no estaba loca

Verónica Forqué

Verónica Forqué / AFP / JORGE GUERRERO

Imma Sust

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Qué tristeza me da tener que escribir esta frase en pasado. Verónica Forqué no estaba loca, estaba enferma. Y esto es lo que pasa cuando no nos tomamos las enfermedades mentales en serio. Que las personas enfermas se suicidan. No debemos tener miedo a decirlo. Tenemos que afrontar este tabú y decir las cosas tal y como son. Hay enfermedades que producen tanto dolor que una prefiere quitarse la vida para dejar de sufrir antes que seguir viviendo. Aparte del dolor emocional, le sumamos el hecho de que la sociedad pretende que el que sufre una enfermedad mental se comporte como si no la tuviera. Estoy segura de que, si Verónica Forqué hubiera estado enferma de cáncer, o se hubiera roto las dos piernas a causa de un accidente de coche, no le habrían propuesto concursar en Masterchef. Pero cuando la enfermedad es mental, parece que hay que demostrar con todas tus fuerzas que puedes con todo.

No hacía falta ser muy inteligente para darse cuenta de las señales que nos mandaba la actriz. Cambios de humor, agresividad, irascibilidad y ese rostro desencajado. ¿Pero qué hacíamos por ella? Nada. Solo observarla. En el programa la mantuvieron hasta que petó y voluntariamente se marchó. En las redes la llamaban loca y se reían de ella. Tomemos nota. A los enfermos mentales hay que cuidarlos mucho y no estigmatizarlos ni exigirles lo que no nos pueden dar. No hay que tratarlos como si no estuvieran enfermos.

Miki Nadal dijo: “Esta edición será recordada como la edición de Verónica Forqué”. Por desgracia, así será. La edición que acabó con la vida de Verónica, si me permiten la puntualización. Porque, aunque no podemos culpar solo al programa, los que hacemos o hemos trabajado en el mundo de la televisión sabemos lo cruel que puede llegar a ser. La presión, la exigencia y ahora, encima, los 'haters'. Verónica se ha marchado y nos ha dado una lección que no podemos olvidar. Esto es lo que pasa cuando no cuidamos a los enfermos mentales, que se nos mueren. Y si no hacemos nada, somos cómplices. Ha llegado la hora de abordar la pandemia silenciosa del suicidio.

 

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