El teatro en su lugar
La película de Rodrigo Cortés es sublime, una apasionada declaración de amor al teatro y a los actores
Josep Maria Pou
Actor y director teatral
Josep Maria Pou
Cuántas veces no habrán estado ustedes en un cine o en el teatro deseando que la historia que les cuentan no termine nunca, que se dilaten las horas, que se detenga el mundo y que nadie les arranque de aquel lugar y tiempo en el que están siendo felices. También ocurre lo contrario, por desgracia: cuántas veces no habrán querido que se acabe el tormento, que baje el telón lo antes posible o que falte ya poco para la palabra 'Fin'. Para que el primer supuesto se produzca con mayor frecuencia que el segundo no hay más que acertar en la elección, basándose en el propio criterio y en la garantía de experiencias anteriores o buscando consejo en los críticos de confianza y en los amigos de probada solvencia al respecto. No pretendo sustituir a unos ni otros. Tampoco adjudicarme crédito que no me corresponda. Acudo, simplemente, a la confianza generada entre ustedes y yo. a lo largo de estos encuentros semanales.
Es, pues, en base a esa franqueza que decido recomendarles hoy una película que ha conseguido, otras cosas aparte, que saliera del cine con ganas de abrazar a todo aquel que encontrara en plena calle y decirle que corriera a verla sin perder un segundo, o de llamar como he hecho, uno por uno, a mi círculo de amigos con el mismo mensaje, la misma voluntad e idéntico entusiasmo. La recomendación es honesta. Sin ningún otro interés que el de quien desea compartir un instante de belleza. Y así les digo que 'El amor en su lugar' es una película sublime. (Busco en el diccionario para no errar en el tiro y compruebo que el adjetivo es el correcto. “Sublime: excelso, eminente, de elevación extraordinaria”). De las mejores españolas (y no españolas) del año, sino la mejor. Un peliculón, a la pata la llana.
Alguno puede pensar que exagero y que, perdida la objetividad, me dejo llevar por el corazón y las emociones. Está en su derecho y no le quito razón. No en vano la película retrata el mundo del teatro que me es tan afín, querido, fundamental e imprescindible. He visto en la película una apasionada declaración de amor al teatro y a los actores. Como tal la recibo y así se lo agradezco a Rodrigo Cortés, su director, que se acerca a las vidas de un grupo de actores con el mismo cariño, respeto y admiración que lo hicieron y lo hacen Truffaut ('El último metro'), Tim Robbins ('Abajo el telón'), Bogdanovich ('¡Qué ruina de función'), Lubitsch ('Ser o no ser'), Orson Welles, Spielberg, Sorrentino, Garci y Fernán Gómez, entre otros.
Podría hablarles del argumento, la música, la luz, el plano secuencia inicial, el increíble (maravilloso y espeluznante, al tiempo) momento del nazi entre el público con un arma en las manos, el rodaje en El Masnou y en Manresa, etc. Podría, sobre todo, lamentar la ceguera de los Goya (solo dos nominaciones) y confiar en que los Gaudí le hagan merecida justicia. Prefiero emplearme en dar las gracias.
Desde el actor y desde el teatro, de corazón: gracias. Gracias a Rodrigo, gracias a los productores, gracias a todo el equipo.
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