La variante de la felicidad
Esa manía de no querer ofender a nadie nos llevará a crear un idioma propio sin sentido. La gente no se marcha, ¡se muere! No han reducido personal en tu empresa, ¡te han despedido!
No sé ustedes, pero yo he ahorrado un montón de dinero desde el confinamiento. Nada de bares, ni juergas ni viajes. Tres vuelos suspendidos desde entonces y voy hacia el cuarto. El otro día, llevada por la emoción, las ganas de pasarlo bien y esa zanahoria que nos ayuda a levantarnos cada día a por una ilusión más, me compré un billete de avión para viajar a Las Vegas. Un viaje soñado que mucho me temo que jamás haré. Pero el billete está allí, el seguro de cancelación también y la esperanza que me hace creer que todo es posible. La esperanza de que este juego macabro llegue a su fin antes de que salga mi avión. Vamos por la cepa ómicron y queda mucha letra griega antes de llegar a Omega. Pero ni la nomenclatura de las variantes del virus está clara en esta época de apocalipsis. Se han saltado a Nu y a Xi, para no despistar ni ofender a nadie. Esa fue la razón para utilizar el alfabeto griego, para no asociar el virus al país o zona donde se originaba. Como si no supiéramos que Delta significa de origen indio o Beta de origen brasileño. No dejan de ser eufemismos. Esa manía de no querer ofender a nadie nos llevará a crear un idioma propio sin sentido. La gente no se marcha, ¡se muere! No han reducido personal en tu empresa, ¡te han despedido! Y cuando le pides a tu pareja tiempo, en realidad le pides poder practicar sexo con otras personas. Reivindico el poder que tiene decir las cosas por su nombre. La fuerza de la verdad, dicha de forma clara y directa. En política se usan tantos eufemismos que la gente está muy perdida. Pones la radio o lees los periódicos y parece que viajan todos en una nave de 'Star Trek' hablando klingon. Los eufemismos, mezclados con la cantidad de mentiras que nos cuentan, acaban consiguiendo que pasemos de todo y que no les hagamos ni puñetero caso. Y es por eso por lo que yo me largo a Las Vegas. Porque llevo la variante de la felicidad inyectada en vena. Porque, con virus o sin virus, estoy viva y quiero disfrutar de la vida. Claro que igual, en lugar de un 'souvenir' de Elvis, me vengo con la variante Pi. No me lo tengan en cuenta.
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