Pros y contras

Ómicron, la decimoquinta

Aún quedan unas cuantas hasta llegar a la Omega, que, como es sabido, es la última, el final de todo, la conclusión. Quizá también se la saltarán, por las connotaciones apocalípticas

Expertos en Salud Pública reclaman a Sanidad medidas preventivas para hacer frente a la variante ómicron

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Josep Maria Fonalleras

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Descubro que la Organización Mundial de la Salud bautiza las variantes del coronavirus SARS-Cov-2 con letras del alfabeto griego. No lo descubro (ya sabía que Delta es la cuarta letra del alfabeto), pero compruebo que es una práctica recurrente y continuada. De hecho, me ocurre porque pensaba que la variante Delta era la última que nos había afectado y no tengo constancia de las Theta, Kappa o Lambda, que son letras que vienen después de la Delta. Ahora, surge Ómicron, que es la decimoquinta, y que tiene un aire similar al de un planeta perdido en una galaxia lejana o al de una organización del mal, en una película de James Bond. La OMS optó por una nomenclatura aséptica por no crear susceptibilidades ni hurgar en diversas heridas, pero se ha dado cuenta que Ni, la letra número 13, podía ser interpretada en inglés como “nueva” y que Ksi, la 14, podría pronunciarse como Xi, con lo que parecería china. Aún quedan unas cuantas hasta llegar a la Omega, que, como es sabido, es la última, el final de todo, la conclusión. Quizá también se la saltarán, por las connotaciones apocalípticas y para que no se dé el caso que una conocida marca de relojes interponga una demanda por daños y perjuicios.

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