Controlar el futuro

Reescribir la historia de Catalunya (y de España)

La celebración del 50 aniversario de la Asamblea de Catalunya presidida por la presidenta del Parlament, Laura Borràs, ha sido el último ejemplo, de esta tentación ‘orweliana’

Pere Aragonès y Laura Borràs

Pere Aragonès y Laura Borràs / AFP

Andreu Claret

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Winston Smith, el personaje de ficción creado por George Orwell, tiene una misión: falsificar el pasado para satisfacer las necesidades del Gran Hermano. A lo largo de ‘1984’, Winston cambia fechas, borra nombres, manipula los hechos, en definitiva, reescribe la historia de acuerdo con las necesidades del Estado. Escrita poco después de la derrota del nazismo, la novela de Orwell está inspirada en lo que ocurrió bajo la bota de Hitler y la de Stalin, pero advierte de un riesgo que anida también en las democracias. Manipular la historia, aunque sea de forma más sutil, para ponerla al servicio de un proyecto político. En España, reescribiendo la historia de la guerra civil, orillando el golpe contra una República legitima para facilitar un acercamiento a Vox, y en Catalunya, reduciendo su historia a un enfrentamiento con España, para justificar el relato independentista más irredento. 

Dichosamente, Catalunya no vive en el universo de Orwell. Sin embargo, no cesa el intento de torcer la realidad para adaptarla a los propósitos del relato que ha dominado la vida política catalana en la última década. La celebración del 50 aniversario de la Asamblea de Catalunya presidida por la presidenta del Parlament, Laura Borràs, ha sido el último ejemplo, de esta tentación ‘orweliana’. Ante un auditorio desnutrido y delante del lienzo que Tàpies dedicó a la Asamblea, Borràs estableció un paralelismo entre los tiempos políticos de 1971 y los de hoy que constituye toda una declaración de principios. Como si el órgano unitario de la oposición antifranquista hubiese tenido su razón de ser en el conflicto con España y no en la lucha contra la dictadura. Con este planteamiento, la exclusión de destacados protagonistas de la Asamblea y el ninguneo del PSUC, su principal impulsor, Borràs procedió a esta reescritura de la historia que pretende justificar el independentismo más rupturista. 

La tentación de revisar la historia, alterando el perfil de algunos de sus protagonistas para que sirvan a determinados propósitos políticos resulta irresistible. Ocurre sistemáticamente en Catalunya, con la figura de Lluís Companys monopolizada por el independentismo, hurtando a la verdad histórica que él no era independentista, por mucho que declarara el estado catalán en las circunstancias atolondradas del 6 de octubre. Basta con olvidar que, incluso entonces, Companys proclamó el Estado catalán ‘de la República Federal española’. La deformación de Companys pasa también por dejar de lado determinados episodios de su biografía como el que protagonizó en el Madrid cercado por las tropas de Franco, cuando gritó "¡madrileños, Catalunya os ama!". Algo parecido ha sucedido recientemente, con ocasión de la conmemoración del 70 aniversario del célebre discurso de Pau Casals ante la Asamblea de Naciones Unidas. Aunque el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, hizo honor a la verdad al glosar su figura, no faltó quien intentará convertir el famoso "I am a Catalan" del maestro en un grito contra España, algo que nunca estuvo en la mente de un hombre que siempre se definió como un catalanista.

“Quien controla el pasado controla el futuro: quien controla el presente controla el pasado”, concluyó Orwell en su novela. De esto se trata, de determinar el futuro reescribiendo el pasado. 

En una democracia como la española, esta manipulación se ejerce de manera más subliminal, a base de silencios, insinuaciones, deslizamientos semánticos. A Pablo Casado le basta con enredar la verdad y presentar la guerra civil como un conflicto entre quienes querían democracia sin ley y quienes abogaban por la ley sin democracia. Y a Quim Torra le bastó con presentar 1714 como una guerra entre catalanes y españoles, cuando dirigía el centro cultural instalado en el Born. Que la caída de Barcelona en 1714 fuera, fundamentalmente, un conflicto entre monarquías europeas era lo de menos. Algo parecido sucede con los intentos de recordar la otra caída de la ciudad, en 1939, como el resultado de la inquina de España. En vez de aprender de una guerra civil que también dividió y devastó Catalunya. Como decía Orwell, lo importante es que el pasado, reescrito, sirva para controlar el futuro.

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