Imputado

La muerte de Josep Lluís Alay

A uno le trincan por meter mano en la caja, y para defenderse dice que llueve, o que hoy va a cenar tortilla, o que va a luchar por la independencia hasta que se muera

Josep Lluis Alay llega a la Audiencia

Josep Lluis Alay llega a la Audiencia / ZIPI

Albert Soler

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Josep Lluís Alay dice que luchará por la independencia hasta que se muera, pero no revela si la defunción va a suceder pronto o tarde, que es lo que nos interesa. Esas cosas no deben dejarse al azar, porque entonces la gente empieza a hacerse sus propias hipótesis, ya que no es lo mismo aguantar la tabarra de Alay diez años más que una semanita, siete días pasan rápido, ni te das cuenta. Una afirmación tan abstracta como la de Alay debe concretarse acompañándola de certificados médicos, analíticas completas, antecedentes familiares y una entrevista a su doctor de cabecera, que algo sabrá del tiempo que le queda a Alay en este valle de lágrimas. Sin olvidar añadir los 'hobbies' del potencial fiambre, ya que, de cara a empezar a criar malvas, no es igual dedicar el tiempo libre al ajedrez que a la escalada libre. Por lo menos de esta forma los sufridos catalanes sabríamos a qué atenernos. No porque temamos que vaya a conseguir la independencia de nada ni de nadie, así viva ese pobre hombre tanto como Matusalén. Es solo por saber cuánto nos queda de Alay y su tabarra.

Se nos muere Alay, lo cual no es noticia, porque todos nos estamos muriendo desde que nacemos. Si Alay tiene previsto morir pronto, no tiene mucho mérito su afirmación, así cualquiera lucha por lo que sea, es como estar con un pie en el otro barrio y jurar que dedicarás a los demás lo que te queda de vida. ¿Cuánto piensa vivir Alay? Eso es lo que debería responder, antes de decirnos a qué piensa dedicar el tiempo que le reste.

A luchar por la independencia, dice. Luchar, lo que se dice luchar, Alay lucha tanto como el resto de lacistas. Es decir, nada, a menos que por luchar se entienda publicar de vez en cuando un tuit acusando al Estado español de quién sabe qué. No hay riesgo de que la muerte le sobrevenga por agotamiento, ni mucho menos por poner en peligro su integridad física en pos de la republiqueta, hasta ahí podríamos llegar. Lo de morir luchando por la independencia, en otros tiempos y en otras latitudes, se interpretaba como la intención de sacrificarse por el ideal patriótico. En el caso de Alay, significa solo que mientras le quede un aliento de vida, sintonizará TV-3 para ver el ‘FAQS’.

Alay, cabe señalar, está empleado como jefe de la oficina del Vivales, cosa que hace temer que va a luchar poco tiempo por la independencia, puesto que pende sobre su cabeza, amenazante, la muerte por aburrimiento. Si el Vivales, como su nombre indica, se pasa la vida sin dar un palo al agua, todo el trabajo de su oficina debe de ser a pasar el mocho a la casa de la republiqueta los días que libra Matamala, que es la ‘kelly’ titular.

Lo de luchar por la independencia hasta que muera, veremos si será poco o mucho tiempo, fue la respuesta de Alay a su imputación por gastar los dineros de todos los catalanes en viajar a Nueva Caledonia. O sea, a uno le trincan por meter mano en la caja, y para defenderse dice que llueve, o que hoy va a cenar tortilla, o que va a luchar por la independencia hasta que se muera, lo cual -aparte de una excusa idiota- ya es una forma bien triste de morirse: los hay a quienes la parca les pilla en pleno coito con la querida, y los hay que prefieren que les pille también metiendo, pero en su caso una papeleta en una urna de mentirijillas. Cuestión de gustos.

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