Décima avenida

Fría y calculadora: Dolores Vázquez en el multiverso

El documental de HBO Max describe la injusticia que rodeó la investigación del 'Caso Wanninkhof'

Dolores Vázquez

Dolores Vázquez / BEGOÑA LOMBARDÍA

Joan Cañete Bayle

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Fría y calculadora. Así es como muchos periodistas en muchos medios de comunicación definían a Dolores Vázquez, la mujer que ha sufrido una de las mayores injusticias de la historia de España en las últimas décadas. Fría y calculadora, agresiva y posesiva, desalmada y celosa. Así, paletada a paletada de detritus ofrecido como periodismo, se construyó alrededor de Vázquez un multiverso de pesadilla que se convirtió en realidad: fue condenada por el atroz asesinato de una joven, Rocío Wanninkhof, hija de su expareja, sin que hubiera ni una sola prueba. Pasó 519 días en la cárcel por un crimen que no cometió. La condenó un jurado popular. Pueden ver, o recordar, su historia en el documental ‘Dolores Vázquez: la verdad sobre el Caso Wanninkhof‘. Spoiler: ni el juez instructor, ni el fiscal ni la Guardia Civil le han pedido disculpas.

Fría y calculadora. ¿Qué es la realidad? ¿Lo que sabemos que sucedió, quienes sabemos que somos, o lo que se dice que ocurrió y de nosotros? En un mundo sin redes sociales, con la televisión como reina absoluta de la audiencia, Dolores Vázquez escuchó tantas veces que era la fría y calculadora asesina de Rocío Wanninkhof que hasta ella dudó de sí misma. En el documental, Vázquez y su abogado cuentan que llegó un momento en que la acusada se preguntó si era posible que hubiese asesinado a la joven y que, como mecanismo de defensa, lo hubiera olvidado. ¿Cómo podía estar equivocado todo el mundo? La familia de Rocío, los vecinos del pueblo, la opinión pública, la Guardia Civil, la fiscalía, famosos tertulianos, periodistas de referencia… En la vida real, Vázquez era inocente. En el multiverso, era culpable. ¿Qué opción tenía el jurado popular si no declararla culpable?

Contextos y subtextos

Fría y calculadora. Y bisexual. E inteligente. Y poco cariñosa. Una quiebrafamilias. Por decirlo en palabras de hoy, Vázquez era lo más alejado del canon normativo de la mujer de mediana edad de la España de principios de los 2000.  Sin que se llegara a afirmar casi nunca textualmente, a base de apilar declaración tras declaración de vecinos y de la familia de la víctima, con silencios y miradas y sobreentendidos de presentadoras y tertulianos, sumando rótulos y rótulos en la parte inferior de la pantalla, el multiverso en el que Vázquez era culpable se construyó a fuerza de contextos y subtextos maliciosos, torticeros, manipuladores, lesbófobos y machistas. Los periodistas somos corporativistas por principios: resulta tan peliagudo marcar una línea en la arena de la libertad de expresión que preferimos no trazarla para resguardar el derecho a la información y el de la opinión púbica a ser informada. Ahora bien, en ocasiones la línea es diáfana.

El primer crimen del ‘caso Wanninkhof’ fue el asesinato de Rocío. El segundo, el multiverso en que muchos medios y periodistas encerraron a Vázquez. Pero los culpables finales del infierno de Vázquez no fueron esos periodistas y medios. El tercer crimen, el más duro como sociedad, el fracaso colectivo, fue procesarla y condenarla. Aquellos que deberían haberla defendido de la jauría fueron quienes la traicionaron: los investigadores y el sistema de justicia. Ellos sí deberían haber sido fríos y no haber enviado a la cárcel a alguien en base a conjeturas. Varias lecciones deja el ‘caso Wanninkhof’. Entre ellas, que no todo el mundo que aparece en los medios (y más hoy, con las redes sociales) es un periodista en todo el sentido del término y que cuando las instituciones no ejercen su responsabilidad, solo queda la injusticia y la barbarie. 

“No tenía ni voz ni palabra", dice Vázquez en el documental, muda, desnuda e indefensa en el multiverso.

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