Excelencia en precario

Un país con buenas universidades, a pesar de todo

Los centros catalanes están entre los que reciben menos financiación pública por estudiante

Una clase en la Pompeu Fabra, en Barcelona

Una clase en la Pompeu Fabra, en Barcelona / periodico

Oriol Amat

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Los países que generan más bienestar para la población apuestan por el conocimiento, y una muestra de esto es que tienen las mejores universidades. Una de las maneras de saber el nivel de excelencia de una universidad es consultando los 'rankings' que hacen organizaciones internacionales especializadas. Sin duda, las listas tienen inconvenientes, puesto que algunos de los criterios que utilizan son discutibles, pero tienen la ventaja de que están hechas por organizaciones independientes. Estas clasificaciones valoran con buena nota nuestro sistema universitario. Como ejemplo, podemos citar 'rankings' como Times Higher Education, Shanghai, U-Multirank o QS, que analizan las principales universidades del mundo. En todos ellos, universidades catalanas ocupan la mayoría de las primeras posiciones si tenemos en cuenta solo las universidades de todo el Estado. Otro dato en la misma línea que muestra la potencia en generación de conocimiento es la obtención de recursos del European Research Council. De acuerdo con datos de ACUP, las universidades catalanas captan el 60% de los fondos europeos que reciben el conjunto de las universidades de todo el Estado. Son indicios de que contamos con buenas universidades. Dicho esto, también conviene dejar claro que hay mucho margen de mejora, especialmente en el tema de la interacción con la sociedad y la transferencia de conocimiento. Nuestras universidades tienen un buen nivel en cuanto a la producción de conocimiento pero, en cambio, no tenemos buenos resultados en relación a cómo este conocimiento acaba impactando en la sociedad.

También es relevante tener presente cuáles son los factores que tienen en común las mejores universidades del mundo. Diversos estudios nos indican que las claves del éxito de una universidad son la prioridad que dan a las políticas de investigación, la internacionalización, la innovación docente, la buena gobernanza y la interacción con la sociedad. Pero, además, hay otro factor clave, disponer de una buena financiación. En general, las mejores universidades tienen más financiación. Por lo tanto, hay una relación directa entre el nivel de financiación obtenida y el nivel de excelencia logrado.

En este último punto es donde salta la sorpresa, las universidades catalanas tienen un buen nivel de excelencia pero esto no va acompañado de disponer de la mejor financiación. De hecho, lo que sucede es precisamente lo contrario. Hace pocas semanas, la Fundación CYD ha hecho público su informe de 2021 donde, utilizando datos hasta 2018, se comprueba que de las 47 universidades públicas españolas, las catalanas están entre las que reciben menos financiación pública por estudiante. De hecho, de las 10 universidades del Estado que reciben menos financiación hay seis catalanas. Esta situación la conocen nuestros gobernantes y tienen claro que hay que mejorarlo. 

Se está tensando el sistema con un nivel de exigencia muy alto al personal que compense los escasos recursos

También nos podríamos preguntar cómo se explica que unas universidades que reciben menos financiación tengan mejores resultados, en temas como la investigación, por ejemplo; y sean mejor valoradas por los analistas internacionales. Una posible explicación podría ser que la política científica y universitaria seguida desde hace años da buenos frutos. Pero otra derivada seria que quizás estamos tensando demasiado el sistema con un nivel de exigencia muy alto a profesorado y personal de administración que compensa el bajo nivel de recursos. También hay indicios de que esto está pasando, lo cual es muy negativo desde el punto de vista de la sostenibilidad del sistema; y del bienestar y la calidad de vida de los equipos humanos del sistema universitario. 

Podemos concluir este análisis poniendo en valor el buen posicionamiento internacional de nuestras universidades, y el esfuerzo de las personas implicadas, pero al mismo tiempo recordamos que nuestras universidades tienen precariedades muy importantes que afectan al profesorado, al personal de administración y servicios y también a los estudiantes. Si no mejoramos sustancialmente la financiación, primando la consecución de objetivos como los resultados en investigación, innovación e impacto social, será difícil que el sistema mantenga los resultados actuales y los mejore. Nos conviene apostar más por el conocimiento y que el conocimiento que generan las universidades impacte de manera más positiva en el tejido productivo y social; y en el bienestar de las personas. En clave de futuro, la buena noticia es que parece que los Presupuestos que se pueden aprobar próximamente pueden empezar a enderezar esta situación. Crucemos los dedos.

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