Pederastas y víctimas en terapia
En las terapias, los abusados pueden poner en palabras de adultos las vivencias que permanecieron ocultas de niños y abrir así habitaciones cerradas por la vergüenza y la rabia
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
Sílvia Cóppulo
Leer los fragmentos del diario íntimo del pederasta Víctor P., profesor de la Salle Bonanova, que ha publicado EL PERIÓDICO provoca escalofríos. En sus manuscritos, en ocasiones Víctor confiesa su atracción hacia los muchachos, como un tormento interior. En otras, relata sus juegos en la cama, confundiéndolos con una relación amorosa entre adultos. En algún otro pasaje, sin pudor alguno, trata a los adolescentes como meros objetos sexuales: cuando le aburran, les cambiará por otros. Víctor P. amenazó a sus víctimas hasta con la muerte para que no revelaran el secreto.
Sentir atracción sexual por los niños y adolescentes (pedofilia) no comporta inequívocamente pasar al acto (pederastia). Existen, además, pederastas que no son pedófilos; sus acciones constituyen meros abusos de poder. También los hay aquejados de alguna psicopatía, describe la psicóloga y sexóloga Emma Ribas. Detrás de trastornos alimenticios, relaciones tóxicas o de una actividad sexual compulsiva, se pueden encontrar personas abusadas que 'desconectan' de sus cuerpos. También hay mujeres pederastas. La terapia les ayuda a resignificar su sexualidad.
En la asociación 'Àngel Blau', el apoyo terapéutico se dirige tanto a pedófilos, como a víctimas. La entidad sigue los pasos de la que, en Francia, en 1988, fundara Latifa Bennari, quien fue una niña abusada.
"Yo fui víctima de un abusador que no era pedófilo", me cuenta una persona de la asociación, que aún no está preparada para dejar el anonimato. En una misma mesa de trabajo, en los 'grupos de palabras', los abusados pueden poner en palabras de adultos las vivencias que permanecieron ocultas de niños, y abrir así habitaciones cerradas por la vergüenza y la rabia. Se genera un efecto espejo. Si los abusadores empatizan con los abusados, podrán modificar su objeto de deseo sexual y conectar su placer con personas adultas. Si no lo consiguen, añade mi interlocutora, que se hagan monjes budistas; porque a un niño no se le toca.
Debemos hablar de ello. La dinámica del secreto es terrible.
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