Conflicto lingüístico

Campaña ‘Volem metges catalans’

Si en la sanidad catalana hay cada vez más médicos sudamericanos, es porque los catalanes, hartos de los recortes, prefieren emigrar

Entrada de Urgencias de un hospital.

Entrada de Urgencias de un hospital. / Elisenda Pons

Albert Soler

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A la niña de la (dicen que) escritora Anna Punsoda la aterrorizaron en su visita al pediatra de urgencias. No es que por error la hicieran pasar a la morgue, no. Fue mucho peor: el doctor le habló en castellano. Como lo oyen. No es extraño que la mamá se haya puesto de los nervios, uno lleva a su dulce criatura con casi 40º de fiebre y vomitando, a que la curen, y van y la atienden en castellano. Para eso mejor quedarse en casa y darle una copa de coñac, que, según mi abuela, todo lo arreglaba.

La tragedia de esta familia ha merecido la solidaridad en las redes de todo el lacismo a una y, si este sábado no sale en 'FAQS' la pobre madre, será porque igual el taxista que la llevaba no hablaba catalán y se tiró del vehículo en la primera rotonda. Según la horripilada mamá, para los niños es una situación extrañísima que su doctor no hable catalán, y claro, en el hospital lo pasan fatal. A ninguno de mis hijos, y tengo cuatro, les ha ocurrido jamás nada parecido, de hecho, a los 3 años entendían tan bien el catalán como el castellano, pero no me hagan caso, deben ser niños raros, no como la retoña de Anna Punsoda, que se aterra si le preguntan «dónde te duele».

Cualquier madre se asustaría, al ver que a su hija la atienden en castellano. La pobre niña venga llorar y llorar, sin que nadie supiera qué le ocurría, hasta que, sin duda, la señora explotó.

-‘¿Com vol que no plori, pobreta, si no li parla català?’

Hay niños a quienes se les agrava la enfermedad si alguien se les dirige en la lengua que no toca. Suelen ser hijos de lacistas, en su casa no han escuchado jamás una palabra en castellano, o si la han escuchado, ha sido por televisión y en boca del Mag Lari, que usa esta lengua para parecer más malo. ¿Cómo no van asustarse nuestros hijos, si un señor con bata blanca les urge a decir treinta y tres en lugar de ‘trenta-tres’? Eso no lo soporta ni un lacista adulto. Cuando los papás lacistas llevan a sus hijos a tomar un helado, les tapan sus tiernos oídos hasta cerciorarse de que el camarero habla un catalán impecable, que hoy, cuando menos te lo esperas, es un inmigrante que no va a clases de nuestra bellísima lengua y suelta un «aquí tienes tu helado de fresa, guapa» en lugar de ‘«aquí tens el teu gelat de maduixa»’. Ahí empiezan los vómitos y fiebre, que hay niños muy sensibles. Y no es cosa de pedir en una heladería la copa de coñac.

Solo hay en este mundo algo peor que un médico incapaz de curarte, y es que te cure en castellano. Más vale un matasanos en catalán que una eminencia en castellano, eso es cosa sabida. No es raro que cada vez más catalanes se hagan socios de una mutua privada, por lo menos ahí uno puede elegir un mal médico en catalán, ni que sea guiándose por los apellidos.

Como no hay mal que por bien no venga, ahora Anna Punsoda podrá amenazar a su hijita con llevarla a la consulta de aquel señor malo que no sabe catalán, cuando la niña no se coma la verdura. Los niños saben hoy latín y el hombre del saco les produce risa, mucho mejor, por malvado, el doctor castellano. De todas formas, cuando la niña se porte mal de verdad -suele ser a partir de los 14 años-, que le explique que, si en la sanidad catalana hay cada vez más médicos sudamericanos, es porque los catalanes, hartos de los recortes del ‘governet’, prefieren emigrar. Entonces sí que va a llorar la niña, y esta vez con razón.

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