No todo es armonía en Alemania
Ramón Lobo
Periodista
Periodista
Debajo del escenario aparentemente controlado en el que se mueve la política alemana desde Konrad Adenauer fluyen demonios emparentados con los que condujeron al desastre en los años 30. El posmerkelismo tendrá que lidiar con este clima de miedo y odio que aprovechan las extremas derechas para criminalizar al migrante.
La hostilidad al foráneo que alimenta el discurso racista de Alianza para Alemania (AfD) tiene su público en las regiones de la antigua Alemania del Este, pese a que esta vez está estancada en las encuestas. Sucede también en Hungría y Polonia. Algunos sostienen que es así porque son sociedades desprotegidas, sin tradición democrática. Pero este argumento pretencioso no nos inmuniza del contagio en Holanda, Bélgica, Austria o Francia.
A diferencia de lo que ocurre en España, en Alemania es delito negar el Holocausto o exaltar el nazismo. Es así porque perdieron la guerra. Pese a que existe un cordón sanitario para aislar a AfD, abundan los grupos violentos, activos en las redes sociales, que abrazan las teorías más conspiranoicas sobre el origen del covid, rechazan las vacunas y toda restricción pandémica, incluidas las mascarillas.
Es su baza apocalíptica para adelantar el "Día X", fecha en la que a su entender sucumbirá el Estado que deberán rescatar. Pese a ser minoritarios, manejan armas y tienen capacidad de infiltración en la policía y en las Fuerzas Armadas. Hubo hace meses un escándalo que obligó a la disolución de una unidad de élite del Ejército.
Posibles sorpresas
Las encuestas dan como favorito a Olaf Scholz, vicecanciller del actual Gobierno de coalición de Angela Merkel, ministro de Finanzas y líder socialdemócrata (SPD), pero la ola demoscópica que lo catapultó empieza a ceder. Podría haber sorpresas. El candidato conservador Armin Lasket, un merkeliano que promete continuidad, está a solo tres puntos. El arranque de su campaña se vio afectado por las aspiraciones del bávaro Markus Söder, que también deseaba suceder a Merkel. La CDU se presenta en 15 Estados federados; la CSU, solo en Baviera. Juntos forman la coalición conservadora.
Los Verdes, que cotizaron alto cuando no había comicios, se han hundido en las ultimas semanas. No son los ecologistas revolucionarios de los años 70 y 80, ahora están integrados en el sistema. No discuten el formato, se centran sobre todo en el cambio climático. Todo indica que acabarán terceros, por encima de los liberales.
En Alemania hay dos opciones para formar un Gobierno estable: la gran coalición entre CDU-CSU y el SPD o que uno de estos bloques se alíe con un tercero si suman la mayoría. Esta vez, podría haber posibilidades de un pacto entre el SPD y Los Verdes, pero lo más probable es que se repita la gran coalición, ya veremos con quién al frente.
Diferencias de matiz
Las diferencias entre los conservadores y los socialdemócratas son de matiz desde que manda Merkel. Están de acuerdo en política exterior, en la defensa del Estado del bienestar, en el combate a la ultraderecha y en poner cuotas a la migración. Las diferencias se concentran en los impuestos y en las políticas de austeridad.
Alemania echará de menos a Merkel, pero no tanto Europa. A la cancillera le faltó valentía para liderar la UE. Esta campaña ha vuelto a ser ego-germana. Hasta el cambio climático ha tenido un prisma alemán. Además de sentirse la economía más potente, temen desempolvar viejos odios. Alemania provocó tres guerras en 70 años, dos de ellas mundiales. La UE es en realidad un invento político para evitar que Alemania invada a sus vecinos.
Merkel fue implacable en la crisis de la deuda soberana griega, en 2009, y generosa con los migrantes sirios que escapaban de la guerra en 2015. Es cuando arrancaron sus problemas y los de su partido. Aquella migración masiva envalentonó a la extrema derecha, que anda aún con la cantinela de que son delincuentes y terroristas. El diario sensacionalista Bild, el más vendido, ha agitado esta baza de manera irresponsable. De momento no es un asunto que encabece las preocupaciones del ciudadano, centradas en el paro, el covid y la obligada transición energética.
Después de 16 años en el Gobierno, Merkel tiene la auctoritas para manejar con puño de hierro estos temas divisivos. En 2019 rechazó la bandera alemana en un mitin de la CDU porque existe un pacto no escrito de no instrumentalizar los símbolos nacionales. Su heredero, sea uno u otro, parte de cero en un tiempo convulso en el que ningún derecho debe darse por seguro, ni siquiera la supervivencia de la democracia.
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