Nuestro mundo es el mundo

El horizonte 2030 de Pere Aragonès

Al dilatar el plazo del referéndum, el ‘president’ no abjura de nada, pero pretende poder gobernar con pragmatismo

Pedro Sánchez  y Pere Aragonès, durante una reunión en el Palacio de la Moncloa

Pedro Sánchez y Pere Aragonès, durante una reunión en el Palacio de la Moncloa / Ricardo Rubio

Joan Tapia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Pere Aragonès ha cumplido 100 días como ‘president’. Han sido, pandemia aparte, bastante tranquilos pues el verano ayuda. Además, se ha desinflado el choque eterno con Madrid de los tiempos de Torra. Junqueras y los condenados por el Supremo han sido indultados y ha habido acuerdo con Pedro Sánchez para celebrar este septiembre la segunda reunión de la comisión mixta de negociación Generalitat-Estado. 

Un sector independentista se inquieta, cree que negociar desmoviliza. Otro, constitucionalista, dice que todo sigue igual. Pero la impaciencia no es la madre de la ciencia para analizar la estrategia de Aragonès tras un conflicto envenenado desde 2006 o 2010. 

¿Qué pretende el nuevo ‘president’? Desde que perdió las elecciones de febrero (Salvador Illa sacó más votos), pero obtuvo la presidencia al tener un escaño más que JxCat y al quedarse el PSC sin mayoría alternativa, Aragonès, político cauto y calculador, tiene dos objetivos. Uno, consolidar a ERC como el partido hegemónico del independentismo. Luego, gobernar a medio plazo, con cierta normalidad y pactando, porque sabe que repetir ahora la intentona de 2017, que acabó como acabó, sería suicida.

Aragonès quiere encarnar la Catalunya que aspira a la independencia con una raspada mayoría parlamentaria. Por eso dejó claro desde el principio que solo quería ser investido con los votos de JxCat -que le boicoteó todo lo que pudo- y de la CUP. Por eso nunca se planteó negociar la investidura ni con el PSC ni con los 'comuns'. Sabe que el movimiento tiene un alto componente emocional-religioso y que quien quiera ser su jefe no puede ni renunciar al gran objetivo ni gobernar con los no creyentes. Renunciar a la independencia sería como si un Papa de Roma, por renovador que fuera, se cuestionara la existencia de Dios.

Por eso Aragonès optó sin dudarlo por el pacto con JxCat y la CUP. Pero quiere gobernar, no protestar y chillar como Torra, negociando con Madrid. Y sabiendo que el PSOE necesita los 13 diputados de Rufián. Y, cauto, no cree lo de ‘cuanto peor, mejor’ y le horroriza que un pacto PP-Vox pudiera expulsar a Sánchez de la Moncloa.

Por eso su frase en TV-3 sobre los JJOO de invierno de 2030, diciendo que para entonces ya se habrá celebrado el referéndum, revela la clave de su estrategia. No renunciar, ¡nunca!, a la independencia -la unidad de ERC sufriría y JxCat se beneficiaría- pero sí retrasar el plazo a 2029. Y en el ‘mientras tanto’ la prioridad solo puede ser gobernar con resultados tangibles. Aragonès y Junqueras -al contrario que JxCat- creen además que la mesa de negociación viene a ser una especie de reconocimiento de España y que solo a través de ese diálogo la UE les puede llegar a mirar con menos hostilidad. 

Aragonès no quiere renunciar al gran final, solo dilatarlo y arrastrar al independentismo a una política pragmática porque, además, hoy la separación no es aprobada por la mayoría de catalanes. Por eso habla de amnistía y consulta, que enervan menos a los catalanes no separatistas.

Tiene que aprobar los Presupuestos con los votos de su investidura, JxCat y la CUP. Si no lo logra, entraremos en una etapa desconocida, el ‘desprocés’

Pero este doble objetivo puede ser la cuadratura del círculo. Debe mantener la coherencia -nunca fácil- de ERC, lograr que JxCat (dividida y en la que Jordi Sànchez es más realista que Puigdemont) no rompa la baraja y, quizás lo imposible, mantener a la CUP, los antisistema, apoyando un Govern pactista. Veremos cómo transcurre el 11-S y qué pasa tras la primera reunión de la mesa de negociación sobre la que, ¡ojo!, Junqueras, al contrario que Aragonès, no ve imprescindible la presencia de Pedro Sánchez.  

Pero el Rubicón serán los Presupuestos de 2022. ¿Podrá Aragonès sacarlos con JxCat y la CUP? En caso contrario, la Iglesia soberanista, ya muy sacudida, puede explotar. Aragonès podría recurrir a los 'comuns', o incluso al PSC, pero lo último sería comer la manzana del árbol prohibido. Aragonès no quiere acabar como Eva. Salvador Illa espera que al final trague la manzana. 

Si el ‘president’ saca los Presupuestos con Jaume Giró y la CUP, Catalunya seguirá siendo conflictiva pero menos virulenta. Iremos al horizonte 2030. Si Puigdemont, o la CUP, caen en la tentación (es su naturaleza, como el escorpión con la rana) de clavarle el aguijón, entraremos en la desconocida etapa del ‘desproces’.

Suscríbete para seguir leyendo