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Está en nuestras manos

La emergencia climática impone programar una desescalada económica

La emergencia climática impone programar una desescalada económica

Hace unos días, el primer capítulo del sexto informe sobre el cambio climático del IPCC, el panel internacional que reúne a miles de científicos, sacudió las conciencias, con el respaldo elocuente de los fenómenos meteorológicos extremos que se han ido sucediendo en todo el globo este verano. A este baño de realidad le seguirán otros en los próximos meses, en una cadencia que no deja excusa alguna a quien pretenda ignorar que se nos acaba el tiempo para reaccionar. Tras esta primera parte del informe hecha pública ya, sobre la física del calentamiento del Planeta, seguirán una segunda sobre el impacto de la crisis climática en la biodiversidad –prevista para febrero de 2022– y una tercera sobre las estrategias de mitigación posibles y necesarias, programada para marzo de 2022 pero de la que empiezan a conocerse detalles. Que se hable de mitigar, ya no de evitar o combatir, es ya en sí mismo un aviso. Una llamada a comprender hasta qué punto nos acercamos amenazadoramente a un punto de no retorno.

La primera parte del informe dejaba claro que no hay duda alguna de la responsabilidad directa de las actividades humanas sobre el calentamiento de la atmósfera, el océano y la superficie terrestre. Sin que ni un solo ecosistema se escape, sin que haya cesado en las últimas cuatro décadas. Las evidencias recogidas nos ponen delante de un panorama del que el aumento de las temperaturas y el deshielo de los polos son solo manifestaciones de una cascada de eventos (acidificación de las aguas, olas de calor, incendios, sequías agrícolas y tormentas de intensidad y frecuencia crecientes). La causa es humana y solo pueden ser frenados por una acción humana decidida y que, incluso siendo drástica, tardaría dos o tres décadas en hacerse sentir. Yaún así, probablemente algunos daños sean ya ahora irreversibles.

El anterior informe del IPCC, publicado en 2014, fundamentó el Acuerdo de París de 2015. La tercera parte del que estamos conociendo dejará claro que no fue suficiente. Ante la posibilidad de que de nuevo la llamada a la acción se diluya ha empezado a filtrarse el primer borrador científico, al que ha tenido acceso EL PERIÓDICO. Sus autores instan a una reducción drástica de las emisiones a partir del 2025, señalando que incluso durante la vigencia del Acuerdo de París las emisiones de gases de efecto invernadero siguieron creciendo hasta llegar a su máximo en 2018. Los repuntes se han concentrado en la aviación, la ganadería intensiva necesaria para cubrir el aumento del consumo de carne y el uso de vehículos de motor. Apunta el borrador del informe al 10% más rico del planeta, en el que nos encontramos. Somos los responsables de casi la mitad de las emisiones causantes del calentamiento y al mismo tiempo quienes tenemos la posibilidad detener este proceso. Tenemos en nuestras manos, en nuestras decisiones individuales pero, sobre todo, apoyando o no políticas públicas que emprendan cambios estructurales profundos,emprender cambios radicales en las formas de vida y patrones de consumo. Sin ellos no se alcanzaría en ningún caso la caída de las emisiones necesaria para mantener el calentamiento global en unas dimensiones manejables. A cada informe, el objetivo es más exigente; se estima ahora que debería ser del 35% al 60% antes de que acabe esta misma década. Apenas hemos empezado a emprender las necesidades profundas que serán inevitables. Habrá resistencias, pero por el bien de todos no deberían acabar siendo imbatibles.