Nómadas y viajantes

Las cuatro derrotas en Afganistán

Evacuación de trabajadores españoles y afganos.

Evacuación de trabajadores españoles y afganos. / Handout / Afp

Ramón Lobo

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¿Qué hacer después del desastre? ¿Hay que creerse a los talibanes 2.0 que comen helados y se presentan como gobernantes que respetarán los derechos de las mujeres “dentro de la ley islámica”? ¿Qué significa ese condicionante? ¿Podrán estudiar y trabajar, salir de Afganistán? Demasiadas preguntas, pocas respuestas y pésimos antecedentes.

El primer paso sería admitir que Estados Unidos (EEUU) y sus aliados han perdido la guerra. Cuando la derrota es tan rotunda no se pueden dar órdenes al vencedor. El segundo, asumir errores. Un ejercicio de honestidad tras la derrota de Vietnam habría ahorrado decenas de miles de muertos en todo el mundo en nombre de la libertad, eufemismo de petróleo, gas, minerales estratégicos, coltán y mercados para nuestros productos. Después de tanto napalm, Vietnam consiguió su unidad. Fue una guerra inútil, como la mayoría.

La invasión de Irak

EEUU perdió Afganistán en 2003, apenas un año y medio después de expulsar a los talibanes de Kabul. El general Tommy Franks, jefe del Comando Central que abarca 25 países, casi todos en Oriente Medio, blasfemó el día que el presidente George W. Bush le encargó preparar la invasión de Irak para derrocar a Sadam Husein. Blasfemó porque sabía que su país era incapaz de mantener dos conflictos a la vez. Entrar en Irak significaba dejar sin terminar Afganistán. Con una sola decisión equivocada, basada en la mentira de las armas de destrucción masiva, se perdieron las dos guerras y se alentaron otras en Siria, Libia y Yemen.

Todo lo que ha pasado en Afganistán después de diciembre 2003 ha sido una simulación para justificar los muertos propios y el gasto. Se convocaron elecciones democráticas para una población en su mayoría analfabeta. Se vendió un éxito inexistente. Ahora nos aferramos a unas manifestaciones en Kabul y Jalaladad contra los talibanes como si fueran una insurrección.

La alarma mundial por las mujeres de Afganistán, las grandes perdedoras, forma parte de la misma fantasía: nos hemos creído el cuento de que las hemos liberado. Mejoró su situación en las ciudades, sobre todo en Kabul y Mazar-i-Sharif; también en Herat, donde estuvieron las tropas españolas. Las niñas pudieron estudiar secundaria e ir a la Universidad, dos lujos imposibles bajo la anterior etapa de los talibanes (1996-2001). En el mayoritario mundo rural mandan la tradición bruta y el marido déspota. Para reducir su peso se necesitarían décadas de educación, cultura y crecimiento económico.

Victoria imposible

Esta guerra de Afganistán la hemos perdido cuatro veces: dos, los británicos en el siglo XIX, una, los soviéticos en los años 80 del siglo XX, y ahora, EEUU y sus aliados en el XXI. Meto a todos en el mismo bando, más allá de la ideología, porque se trata de una lucha entre afganos que no quieren ser dominados e invasores extranjeros. Solo tuvo éxito relativo Alejandro Magno, que cometió lo que hoy calificaríamos de genocidio.

Fuimos a Afganistán en 2001 con una mezcla de prepotencia e ignorancia. Echamos a los talibanes, destruimos Irak, y nos creímos nuestra propia propaganda. Deberían ver el documental 'Restrepo' rodado durante meses por los periodistas Sebastian Junger y Tim Hetherington. 'Restrepo' era el nombre de la posición estadounidense en el valle del Korangal, la primera línea de la guerra: la que más disparaba, la que más fuego recibía. En esa cinta se encuentran todas las claves de por qué era imposible ganar esta guerra.

Intereses de EEUU

Circulan por las redes fotos en blanco y negro de mujeres afganas en minifalda. Son de Kabul y de otras ciudades. Fueron tomadas en los años sesenta y setenta, cuando gobernaba el rey Mohamed Zahir Shah y el país era una atracción para los hippies. Son anteriores a la época comunista y a la invasión soviética de 1979, cuando Afganistán quedó atrapado en los juegos de la Guerra Fría.

El EEUU que organizó golpes de Estado para proteger sus intereses en democracias de América Latina –y en Irán para derrocar a Mossaddegh en 1953, elegido en las urnas– financió grupos muyahidines afganos para hacerle la vida imposible a la URSS. Les entregaron misiles tierra-aire capaces de derribar helicópteros. De aquellas milicias surgió un tipo llamado Osama Bin Laden.

Plantamos la semilla del diablo, abrimos la caja de Pandora. Pagaremos un alto precio en el ascenso de nuestras extremas derechas que han convertido la mentira, el odio y el fanatismo en su motor político. Atacan a la ciencia y a las vacunas, desprecian los derechos de las mujeres y los homosexuales, reescriben la historia en favor de los dictadores. ¿Quiénes son los bárbaros?

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