La crisis del covid

Pandemia y clase social

Para entender las dinámicas de la pandemia hay que estar atentos a las lógicas sociales

Badalona 07/07/2021 Vacunación masiva sin cita previa con la vacuna de Jansen en un autobús habilitado por el Banc de Sang i de Teixits (que se usa habitualmente para donar sangre) instalado junto al Pont del Petroli de Badalona. Había hasta cinco horas de cola para vacunarse Foto Ferran Nadeu

Badalona 07/07/2021 Vacunación masiva sin cita previa con la vacuna de Jansen en un autobús habilitado por el Banc de Sang i de Teixits (que se usa habitualmente para donar sangre) instalado junto al Pont del Petroli de Badalona. Había hasta cinco horas de cola para vacunarse Foto Ferran Nadeu / Ferran Nadeu

Gemma Ubasart

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Las desigualdades sociales modelan una diversa distribución de bienes y servicios en la ciudadanía. O dicho de otro modo, las fracturas que atraviesan las comunidades (de clase, género, generacionales u otras) acaban afectando el grado de efectivización de derechos. La salud, la educación o el hábitat, pero también la posibilidad de disponer de tiempo libre o de autodeterminar el propio futuro, se ven condicionadas por la situación en la que nos encontramos en la estructura social.

Crisis y desigualdades

Dicho esto, hay que ser conscientes de que las brechas mutan. En situaciones de crisis, cuando todo se tambalea, estas pueden transformarse de manera importante. Se puede afirmar que durante la gran recesión de 2008 aumentaron las desigualdades sociales en múltiples dimensiones. Y no solo por el impacto producido en el ámbito económico y financiero sino, y sobre todo, por la acción pública adoptada. Las políticas de austeridad (que adelgazaron lo público) conjuntamente con un tipo de ‘neokeynesianismo’ del 1% (que supuso una fuerte inyección de recursos a la banca) acabaron generando crecientes polarizaciones. La doctrina del ‘shock’ anunciada por Naomi Klein.

A día de hoy todavía es demasiado pronto para evaluar la salida de la crisis del covid-19. Las preguntas, sin embargo, son bien claras. ¿La diferente aproximación a la situación de emergencia que hacen Europa y España mutará resultados con respecto a la anterior crisis? ¿La priorización en medidas de inversión en protección social y las inyecciones en la economía productiva compensarán la tendencia a la desigualdad? ¿Los ertes, el Ingreso Mínimo Vital (IMV) y las líneas de ayuda directa a sectores económicos caminarán hacia la contención de la fractura? Dejando la cuestión apuntada, en este artículo me limitaré a hablar del binomio pandemia-clase social (una de las fracturas apuntadas) desde el punto de vista de la afectación sanitaria y las medidas de gestión que se han adoptado.

Los condicionantes sociales de la salud

Como en la mayor parte de enfermedades, el covid-19 ha afectado de manera más importante barrios y municipios de extracción popular que aquellos más acomodados. El tipo de trabajo (con posibilidad o no de teletrabajo), la forma de transporte, las condiciones de la vivienda o el acceso desigual a pruebas diagnósticas, entre otros, son factores que explican la desigualdad de contagios, hospitalizaciones y muertes durante el primero y el segundo estado de alarma. Solo habría que recordar la angustia y temor de las personas que tuvieron que acudir a sus puestos de trabajo el lunes tras declararse el estado de alarma.

Las medidas anti-covid también han tenido un importante componente de clase. Aunque fueran medidas universales, su aplicación ha tenido efectos desiguales: no es lo mismo confinarse en un hábitat precario y en situación de sobre-empleo que en una casa confortable y con patio. Es de esperar que las afectaciones en salud mental sean más importantes en casos con presencia de vulnerabilidades económicas, habitacionales o relacionales. Pero es que además algunas restricciones han afectado, por su propio diseño, más a unos colectivos que otros. A modo de ejemplo: durante meses aquellas personas que tenían segunda residencia podían saltarse el confinamiento perimetral, pero no así las que no tenían; o citar la decisión en la primera desescalada de poder socializar en el bar pero no en el espacio público.

La paradoja de los acomodados

Terminado el segundo estado de alarma y, sobre todo, con la sensación de apertura general a partir de Sant Joan, paradójicamente la situación se ha invertido. A pesar de que los barrios y municipios con un nivel de renta mayor son también los lugares donde avanza más deprisa la vacunación, el aumento del número de contagios ha sido también comparativamente más explosivo. Sarrià, Sant Gervasi, Sitges, Vilassar, Sant Cugat o Sant Just se encuentran muy por encima de la media en aceleración de contagios. También habría varios factores a considerar que pueden haber intervenido: los brotes vinculados a viajes de estudios de escuelas mayoritariamente concertadas y privadas, el uso intensivo del ocio nocturno comercial, un cierto negacionismo de ricos vinculado a las tesis de Vox...

Para entender las dinámicas de la pandemia hay que estar atentos a las lógicas sociales. Llegamos tarde, pero sería buena cosa incorporar la mirada de las ciencias sociales porque esto no ha terminado, y hay que actuar.

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