Ficción audiovisual

Pixar ya no necesita a los cines

La productora fundada por Steve Jobs originó un formato capaz de apelar a audiencias de distintas generaciones. Películas a las que ir con los niños pero con las que los padres disfrutaban casi tanto como ellos

Un fotograma de 'Luca', de Pixar

Un fotograma de 'Luca', de Pixar / El Periódico

Elena Neira

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En 1995 el estreno en cines de 'Toy Story', la primera película producida íntegramente por ordenador, tuvo un éxito sin precedentes y marcó un punto de inflexión en la forma de entender la animación. Más de 25 años después 'Luca', la última producción de Pixar, se ha convertido en el segundo título de la célebre productora cuyo estreno no ha tenido lugar en una sala de cine sino en los hogares de aquellos que están abonados a Disney+. El célebre estudio de animación, de cuya cocina han salido títulos tan emblemáticos como 'Wall E', 'Monstruos S.A'., 'Up' o 'Ratatouille', está viviendo un reposicionamiento estratégico que hace poco más de un año habría parecido una auténtica locura. 

Pixar nació gracias a la visión de Steve Jobs que, tras haber sido despedido de Apple, fundó la compañía a partir de una empresa subsidiaria de Lucasfilms que se dedicaba a los gráficos por ordenador. El talento de su equipo y un acuerdo de coproducción con Disney (que luego compraría Pixar por casi 8.000 millones de dólares, más de lo que desembolsó por Marvel) catapultó a la compañía a un lugar privilegiado: el de las producciones a las que solo les hacía falta llevar la marca de la casa para atraer a las familias en masa a los cines. Pixar era garantía de satisfacción y sus mensajes sembraban la semilla de infinidad de asociaciones positivas que, al desvanecerse el olor a palomitas, se iban con uno a casa. 

Estrenando una película como 'Luca', sin necesidad de pagar más por verla, Disney+ consigue algo intangible y muy valioso: la fidelidad del que paga el servicio mes a mes, que ve cómo una película apropiada para toda la familia llega directamente al salón, ahorrándose el gasto que suele acompañar una visita al cine con niños. 

Pixar originó un formato capaz de apelar a audiencias de distintas generaciones. Películas a las que ir con los niños pero con las que los padres disfrutaban casi tanto como ellos. Las historias tenían infinidad de capas y presentaban personajes con alma. Y ahí venía la carambola de Disney. Primero, enamoraba a la audiencia en la gran pantalla. Y, a continuación, ponía al alcance algo tangible a lo que dar amor, que devolvía al espectador a la magia de aquel universo. Muñecos, juguetes, ropa, material escolar… Los estrenos cinematográficos de Pixar tradicionalmente han ganado dinero no solo vendiendo entradas, sino también gracias a toda la parafernalia inspirada en sus personajes

Es probable que en un universo sin pandemia Disney nunca se hubiese planteado sacar a Pixar del modelo de distribución tradicional. Y que lo haya hecho tiene importantes consecuencias. En primer lugar, por la fórmula escogida. A diferencia de la estrategia seguida con 'Cruella' (en las que el cliente puede optar entre verla en cines o en Disney+ pagando un sobreprecio), con Pixar han decidido probar otra cosa: tanto 'Soul' como 'Luca' se estrenaron sin pasar por cines y en exclusiva en Disney+ sin coste adicional. No pagar más por un título que antaño había tenido tan buena acogida en los cines no parece una decisión financieramente acertada. Pero tiene algunas ventajas. Las plataformas ganan dinero con las altas en el servicio, y para que la gente se suscriba nada mejor que una película con tirón para conseguirlo. Además, con este golpe de efecto, Disney+ ha reforzado la programación infantil con grandes estrenos, algo muy necesario ya que hasta el momento el contenido infantil era contenido ‘antiguo’ de catálogo. Por último, estrenando una película como 'Luca', sin necesidad de pagar más por verla, consigue algo intangible y muy valioso: la fidelidad del que paga el servicio mes a mes, que ve cómo una película apropiada para toda la familia llega directamente al salón, ahorrándose el gasto que suele acompañar una visita al cine con niños. 

Inconvenientes también los hay. El peaje más triste es decirle adiós a la pantalla grande y, con ella, a la inmersión, la experiencia colectiva y la majestuosidad que hacía que el vínculo que establecíamos con los personajes fuese tan fuerte. El mismo que generaba el ansia por querer adquirir después los productos de la película. Puede, incluso, que para muchos niños el estreno de una película de Pixar en cines fuese su primera experiencia cinematográfica, el germen de un hábito que luego los ha acompañado durante la edad adulta. ¿Será capaz de generar el mismo recuerdo indeleble la experiencia en el salón de casa? 

El tiempo (y los personajes que ocupen las mochilas en la vuelta al cole) dirán. 

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