Literatura

Una mujer con una Kodak

Los libros de viajes de Aurora Bertrana no solo están muy bien escritos y tienen un gran valor histórico y literario sino que nos permiten conocerla

La laberíntica Medina de Fez es para el visitante una fortaleza incomprensible.

La laberíntica Medina de Fez es para el visitante una fortaleza incomprensible.

Natàlia Cerezo

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Quizá queda poco elegante hablar de un libro con el que compartes editorial (que alguien que sepa escriba un manual de educación editorial, por favor), pero bueno, da igual. Bertrana me tiene el corazón robado. Y no solo porque escribe tan bien que dan ganas de echarse llorar de la emoción ni por su valor histórico y literario, sino porque sus libros de viajes nos permiten conocerla.

‘Los paraísos oceánicos’ está escrito con los ojos brillantes de alguien que ve las cosas por primera vez, y es, como las islas que retrata, una laguna tranquila, un paseo por la selva. Su Bertrana se deja llevar por la felicidad perezosa de las islas y se deleita a menudo en la contemplación de la naturaleza que la rodea, en cambio, observa a sus habitantes con una distancia casi científica.

En ‘El Marroc sensual’, en cambio, la Bertrana que encontramos es otra. Más mayor, desencantada (menciona varias veces su desengaño con la política), lo mira todo con otros ojos, tal vez menos brillantes, pero sí con una mala leche que a veces parece un poco amarga, pero que siempre resulta divertida. En Marruecos, Bertrana no se corta ni se deja llevar, se mueve: por ejemplo, ayudada por un escritor que vive en el país (y a quien oculta castamente detrás de unas iniciales), consigue entrar en un prostíbulo y conocer a sus meretrices (como las llama ella) o asiste a una obra de teatro árabe (en la que es la única mujer en un teatro con más de 2.000 personas, incluidos los actores).

Bertrana ya no es espectadora, vive su experiencia en Marruecos ensuciándose las manos, si es necesario. No tiene miedo a ofender, como demuestra en muchas ocasiones a lo largo del texto, como cuando se cuela en un cementerio árabe (terreno vetado para los europeos) porque quiere conocer la vida de los marroquís, y de las marroquís en particular. De hecho, la sola existencia de Bertrana era una ofensa en aquella época: ¿qué tipo de mujer iba sola por el mundo escribiendo y haciendo fotos con una Kodak?

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