Aeropuerto de El Prat

Inversiones, sí. Pero no esta

En un mundo en el que alcaldes como el de Londres invitan a sus aeropuertos a abandonar sus planes de crecimiento, Aena se descuelga con la propuesta de destruir los espacios singulares del Delta del Llobregat

Aeropuerto del Prat, en 2019

Aeropuerto del Prat, en 2019

Lluís Mijoler

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Convertir la amenaza más grave que afronta nuestro planeta, la emergencia climática, en una oportunidad para innovar, desarrollar tecnologías verdes, y con ellas nuevos sectores de actividad y riqueza. Esta es la asunción básica que subyace en el Green Recovery que, ante la crisis sanitaria, pero también social y económica del covid, impulsa la Unión Europea. Bajo esta asunción en toda Europa se está impulsando la transformación de viejos sectores, entre ellos el del transporte aéreo. ¿Toda? No. En el Estado español, Aena persiste anclada en una visión anticuada del desarrollo económico, basada en una sola idea, simple y superada: más cemento, más crecimiento, más centralismo.

En un mundo en el que alcaldes de una ciudad global como Londres, Sadiq Kan, invitan a sus aeropuertos a abandonar sus planes de crecimiento desaforado, a favor de formas de desarrollo más inteligente, el ente gestor aeroportuario español se descuelga con la propuesta de destruir los espacios naturales más singulares del Delta del Llobregat y el Parque Agrario del Baix Llobregat, para ampliar la tercera pista del aeropuerto del Prat. Esta propuesta no es solo una afrenta a la Comisión Europea, justo cuando el Ejecutivo continental amenaza a España con sanciones por no haber realizado las compensaciones ambientales previstas en la última ampliación del aeropuerto. Es ineficiente, desde el punto de vista ecológico, pero también económico.

Lo que hace falta es reforzar la conexión ferroviaria entre los tres grandes aeropuertos catalanes. Es sorprendente que ninguno de ellos esté conectado, de forma directa, con la alta velocidad

Con sus ultimátums, el ente público-privado pretende imponer, deprisa y corriendo y sin el debate público que merece, una opción que nos haría perder tiempo y dinero, para finalmente ser bloqueada por la UE. Descartémosla ya y centrémonos en debatir cuáles son las inversiones realmente necesarias.

El futuro no pasa por acentuar, todavía más, un megacefalismo en El Prat, que ya amenaza gravemente la viabilidad de Reus y de Girona. El aeropuerto del Prat convive en un delicado equilibrio con su entorno y no puede crecer ni un palmo más. Lo que hace falta es reforzar la conexión ferroviaria entre los tres grandes aeropuertos catalanes. Es sorprendente que ninguno de ellos esté conectado hoy en día, de forma directa, con la alta velocidad, cuando la construcción de las infraestructuras necesarias para hacerlo sería infinitamente más rápida y más barata, permitiendo un modelo aeroportuario mucho más equilibrado y distribuido. Hay que garantizar su accesibilidad desde Francia, desde Madrid, y a través de un corredor mediterráneo, que después de décadas de reivindicaciones del tejido productivo catalán y valenciano sigue sin desplegarse. Un estudio de Barcelona Regional indica que, mejorando la interconectividad entre el tren y el avión, se podrían encontrar alternativas más sostenibles y eficientes para 13.000 vuelos anuales.

Solo así, y no perdiendo el tiempo con propuestas faraónicas de un pasado desarrollista felizmente superado, avanzaremos hacia el modelo aeroportuario que necesita la gente y el tejido productivo de un país que queremos conectado al mundo y territorialmente equilibrado, próspero e innovador, y en vanguardia del replanteamiento del sector aeroportuario, en un contexto de emergencia climática que se está impulsando en toda Europa.

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