La nota

Europa cumple, pero...

En Italia han formado un Gobierno de unión nacional, aquí nos dirigimos, en orgullosa desunión, a una gran batalla sobre los indultos

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, conversa con el presidente español, Pedro Sánchez, y la cancillera alemana, Angela Merkel, este martes en Bruselas.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, conversa con el presidente español, Pedro Sánchez, y la cancillera alemana, Angela Merkel, este martes en Bruselas. / JOHN THYS

Joan Tapia

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La Unión Europea no es un Estado sino -lo dice el nombre- una unión de estados. Tiene sí, una moneda única y un banco central, propios de una zona monetaria o un estado federal. Pero Europa no es un estado federal como Estados Unidos pues las grandes decisiones se toman por unanimidad o mayoría muy cualificada. Jacques Delors la definió como un OVNI (objeto volante no identificado) porque tampoco es una organización intergubernamental clásica.

A Europa no se le puede pedir que actúe como un Estado porque no lo es. Pero ante los desafíos globales se ve forzada a hacer un poco de estado supranacional. Lo ha hecho -con fallos, pero balance positivo- en la compra de vacunas. En la vacunación no ha habido diferencias sustanciales entre España y Alemania. Y la vacuna es el arma principal contra la crisis económica.

Además, sin la compra masiva de bonos por el BCE ni España ni Italia habrían podido financiar el brutal aumento del déficit causado por los ertes y otras medidas para evitar el colapso social.

La UE no es un Estado, pero mantener un mercado único eficiente y la voluntad política patente en la existencia de un Parlamento europeo (no soberano), hacen que el OVNI vaya -no sin problemas- evolucionando a algo más próximo, pero aún lejano, a un estado federal. 

La gran prueba ha sido la aprobación del Plan de Recuperación de 750.000 millones que será financiado con una emisión de deuda europea y que serán entregados a los 27 estados (mitad donación, mitad crédito a muy bajo interés) priorizando a los estados que mas lo necesitan. Es algo casi revolucionario porque los tratados de la UE no prevén grandes emisiones de deuda para transferir fondos entre los estados. 

La idea fue lanzada por España e Italia y aprobada el pasado julio, no sin fuertes discusiones, tras el decisivo apoyo de la Alemania de Merkel. Y no fue fácil porque países con escasa deuda y poco déficit -Holanda, Dinamarca, Suecia, Austria y Finlandia, calificados de “austeros”- eran reacios a financiar a otros más habituados al déficit y la deuda. ¿Por qué un contribuyente sueco, con impuestos altos, tenía que transferir dinero a otro italiano? Nada en los tratados obligaba, pero si no se hacía el mercado único y la propia UE podían entrar en fase de desintegración.

Sin embargo, lo auténticamente relevante no es que los jefes de Gobierno aprobaran el plan en julio, sino que solo 10 meses después los parlamentos nacionales le hayan dado el obligado visto bueno. En algunos países como Finlandia -se precisaban dos tercios de los diputados- no ha sido fácil, pero la semana pasada concluyó el proceso.

Europa, no solo los gobiernos sino también los parlamentos, han cumplido. Ahora los países beneficiarios -los más, España e Italia- deben demostrar que harán un uso adecuado de los fondos. Italia, país con fama de despreocupado, ha formado un Gobierno de unión nacional, desde la derecha de Salvini hasta la izquierda, presidido por Mario Draghi. 

En España parece que estos fondos (140.000 millones) nos sean debidos por nuestra cara bonita. Y nos encaminamos -firmes y en orgullosa desunión- a una gran batalla sobre la legitimidad de los indultos. Espero que en Finlandia no sigan la política española.

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