ANÁLISIS

Crónica retrasada de un miércoles diferente

Neymar ante el City

Neymar ante el City / AFP / JEAN CATUFFE

Antonio Bigatá

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El fútbol es mágico. Estoy seguro de que la noche antes del Paris-SG-Manchester City nuestro Pep Guardiola debió cavar clandestinamente un agujero negro bajo de la zona que iban a ocupar los centrales del equipo francés. Era su trampa para dejar en falso y sin tareas concretas a unos hombres que durante el partido descubrirían que no tenían delante ni delantero centro ni falso 9 por marcar, con lo que acabarían desordenando con acciones desincronizadas a sus propios compañeros parisinos.

Pep hace cosas así, aunque a veces, como este miércoles, no le salgan. Pochettino, otro inmenso zorro, en cambio le tendió a él una celada que sí funcionó 45 minutos. Disfrazó al PS-G de City y y lo movió como equipo con más cohesión y apoyo interno que los mismísimos británicos. Les superó en su propia especialidad, fútbol de conjunto, con el adorno de Neymar, Mbappé y Di María como tres caballos árabes sueltos, encabritados y arrolladores pero en el fondo muy subordinados a la rigidez táctica de un equipo que parecía más alemán que franchute. Encima, consiguió un gol de defensa rematando un córner. A causa de ello, durante media hora a través del Manchester City vimos al Guardiola más desorientado, titubeante y deprimido de muchos años. Se sabía inferior y no encontraba respuestas tácticas. Incluso debió sufrir un miedo cagalero a Neymar, más soberbio que nunca, que durante un buen rato volvió a demostrar ser ahora el mejor futbolista rompedor del mundo.

Cinco consuelos

Pochettino, Pep, Klopp, Neymar y Messi son nuestros cinco mejores consuelos ante el perro mundo en el que vivimos, pero durante el descanso de la media parte el técnico argentino se equivocó al inculcar cierta prudencia a su equipo, que iba de impresionante ganador. Y ese conjunto hasta entonces perfecto se deshizo por sí sólo ante el reflejo de Pep de arriesgar un poco más pese a sentirse inferior. El hecho es que en esas nuevas coordenadas Neymar se desplomó y todo cambió. No sabemos qué le pasa a Neymar en esos trances. Tal vez 45 minutos a tope es su límite físico y psicológico ahora que parece gastar tantas fuerzas con las fiestas, el pito y la duda existencial sobre si le conviene más rematar su carrera detrás de su objetivamente --pero francés-- inferior Mbappé, convertirse él en el rey único de la grisácea París o intentar volver a divertirse ganando un par de Champions más junto a su antecesor Messi. El hecho es que sin Neymar, con Mbappé convertido más en bestia implacable que en megartista, y con el París intentando dejar pasar el tiempo en vez de jugar, enfrente Guardiola logró poner en pie a su City mejor y más bulldozer.  Vete a saber si Dios o el azar fue quien además le regaló dos goles de grandes fallos ajenos que fueron tan escandalosos que hubiesen deslucido la victoria de cualquiera que no fuese este Manchester azul.

Sobre el Madrid

Déjenme sacar al pasionario que llevo dentro. Si después de haber visto este partido resulta que es el Real Madrid el campeón de esta Champions muchos perderíamos buena parte de la fe en nuestras convicciones y en ese amor principal de nuestras vidas que es el balón que se mueve entre calzones cortos. Pero puede pasar. Incluso así, incluso si nos quedase por delante otra vez ese cáliz amargo, después de noches como la del miércoles en París y de ver lo que vimos en astucia, potencia y categoría estaríamos contentos de haber vivido un contrapeso tan sutil a tantas cosas horrorosas que pasan, que odiamos, que nos atornillan y que hacen daños irreparables a personas que merecen felicidad e ilusiones que deberían conseguirse dentro y fuera de los estadios.