La OPA fracasada

Superliga: otra guerra del capitalismo salvaje

no olviden que el fútbol ya dejó de ser de la gente hace mucho tiempo. Que ahora es básicamente un negocio del mundo del espectáculo internacional por TV

Florentino Pérez

Florentino Pérez / EFE Angel Diaz

Antonio Franco

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A ver si lo entendemos. Florentino (Real Madrid) y su homólogo italiano Agnelli (Juventus) eran grandes poderes fácticos en una variante del capitalismo salvaje que encarnaba la UEFA: independencia respecto a los poderes democráticos, opacidad en las cuentas, hermetismo sobre las ganancias personales, pago mínimo de impuestos y operaciones con evidencias de sobornos y comisiones ilícitas como la elección de Qatar como sede del Mundial. Sus banderas: tal como está 'el fútbol es de todos' y 'preservar la ilusión de quienes creen que todavía es básicamente un deporte y además suyo'. Se abre una guerra. Enfrente, los mismos Florentino y Agnelli acompañados por una decena de similares. Proponen cambiar a otra variante un poco más refinada en las formas y más lucrativa de lo mismo (menos opacidad, reparto del dinero a la vista de todos) pero todavía más descarado aumentando las distancias entre los de arriba y los de abajo y quitándose el lastre de la desprestigiada UEFA. Consideraban que la élite ganaba menos de lo que podía y encima el covid les ha hecho entrar, como a todo el mundo, en  números rojos.  Su argumento: "el modelo actual se hunde pero nosotros salvaremos al fútbol".

Esa ha sido la OPA que se ha estrellado. Cometió un fallo descomunal: los actuales ricos se aseguraban continuar siempre en la élite de privilegiados aunque perdiesen y los menos ricos solo podrían ascender a ella a cuentagotas y sin garantías de permanecer. Pep Guardiola lanzó el misil contra la idea de Florentino: "Se deja de ser deporte cuando la relación entre el esfuerzo y el éxito no existe, cuando algunos tienen garantizado permanecer en la cima aunque pierdan". Abierta rebelión de los desfavorecidos y pasos atrás de algunos conjurados miedosos han dejado solo a Florentino y también al fútbol español (porque el Barça de Laporta y el Atlético de Simeone iban de monaguillos suyos). Una nota casposa de color para reir: un juzgado madrileño creyó que en el resto del mundo se puede hacer lo que se les consiente en España y desautorizó con un pomposo mandato internacional cualquier castigo a los insurgentes. Es el ridículo resultado de creer que determinada justicia es la que debe gobernar a los países aunque no haya sido elegida por nadie.

Ahora veremos aparentes negociaciones y reformas superficiales para que parezca que se subsanan algunos errores evidentes. Pero, por favor, no olviden que el fútbol ya dejó de ser de la gente hace mucho tiempo. Que ahora es básicamente un negocio del mundo del espectáculo internacional por TV que manejan multimillonarios, jeques árabes y especuladores asiáticos que saben muy poco del balón y de otros colores que no sean los del dinero. Los pequeños equipos que no consiguen adhesión especial por razones localistas -ahí juegan sus chicos-  o nacionalistas se degradan pese a beneficiarse del tráfico de joven carne fresca tercermundista. Y por mucho que a muchos millones nos entusiasme ver un Barça-PSG el fútbol ya es más el empleo de unos y el negocio de otros que un deporte nuestro. Ese es su sitio en eso que llamamos nuestro sistema.

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