Negociaciones de investidura

La devaluación de la Generalitat desde dentro

Puigdemont y Junts solo conservarán la hegemonía que les han negado las urnas si rebajan el valor de la institución autonómica y recortan el margen de maniobra del Consell Executiu

Pere Aragonès y Laura Borràs.

Pere Aragonès y Laura Borràs. / Ferran Nadeu

Antonio Franco

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Hay muy pocas claras en el espeso panorama catalán de negociaciones entre enemigos íntimos a los que les une únicamente la aspiración independentista. La principal es rotunda: la prioridad de Puigdemont y Junts no es que el conjunto de los catalanes viva mejor o que la pandemia nos deje la menor herida posible, sino que tengamos -Jordi Pujol diría "ara convé"- una Generalitat débil. Lo presentan como el sacrificio necesario para conseguir el bien superior de separarse de España.

ERC quedó por delante suyo en las últimas elecciones, de modo que Puigdemont y Junts han perdido la presidencia y la dirección del Govern. Para seguir con los clásicos, como diría Marta Ferrusola los ladrones han entrado en casa y les han robado el poder formal. Solo conservarán la hegemonía que les han negado las urnas si rebajan el valor de la institución autonómica y recortan el margen de maniobra del Consell Executiu. Esa es la clave. Con ese objetivo casi les da lo mismo lastrar al Govern amarrando las manos de Pere Aragonès desde dentro que dejándole parlamentariamente en minoría y dependiendo de ellos, que estarán en el exterior, para que se apruebe lo que esté en línea con los deseos de Waterloo o se obstaculice lo que no guste allí. La única diferencia y no menor son los cargos, sueldos y recursos que ambicionan, pero Aragonès, cogido por donde le quieren coger, tendrá que acabar aceptando en esa materia -algunos cargos, todos los salarios que necesiten- lo que le exijan.

Salvo que haya un puñetazo sobre la mesa de Aragonès y ERC confiando -sin pactarlo ni escribirlo- en lo que razonablemente le podrían ayudar los socialistas y los 'comuns' de cara a volver a la prioridad de servir a las necesidades de todos los catalanes, perderán ustedes el tiempo sufriendo por los dimes y diretes retóricos que continúa fabricando la política catalana. El organismo elegido por Puigdemont y Junts para dirigir la Generalitat y el movimiento independentista desde fuera es el hasta ahora etéreo Consell per la Republica, un club privado elevado a la categoría simbólica de médula para lograr la secesión. Hasta ahora han sido seis empleados, una web y un grupo de mandatarios sin ningún representante de la CUP y un único miembro de ERC (que queda en minoría si hay votaciones que puedan recortar el control absoluto de Puigdemont). Su único ofrecimiento digamos generoso en la nueva situación ha sido invitar a Aragonès, como futuro presidente, a integrarse en ese consejo al que debería obediencia y en el que estaría democráticamente hablando en minoría.

¿Dónde quedamos los ciudadanos? ¿Podrán vaciar de poder a la Generalitat con este 155 autónomo? ¿Empieza otro 'procés' sin pagar el peaje de reconocer antes los desastres y la mala gobernación durante la etapa que se cierra? ¿Conseguirá ERC defender la Generalitat de la maniobra de Junts? Si se fijan, pase lo que pase seguiremos más o menos donde estábamos. Y como colmo el que se muere es Arcadi Oliveres y no los que nos sobran. La historia sigue sin tener piedad con nosotros.