Jóvenes en precario

Lo nuestro no funciona

La generación de la crisis financiera del 2008 sufrió para entrar en el mercado laboral y está ahora afectada por la del covid

Los jóvenes lo ven muy negro

Los jóvenes lo ven muy negro

Ester Oliveras

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Cuando se le dice a una parte de la población que lo mejor que puede hacer es quedarse en casa, sin trabajar, cerrando negocios, esperando y comprando las mascarillas que fabrican en China, las vacunas que diseñan en otros países, viendo Netflix, y comprando por Amazon o Globo, genera una sensación de gran desapoderamiento. Si además eres joven, hace meses que no tienes una vida social normal, sabes que la tasa de paro juvenil es del 40% y encima te dicen que no se puede rapear diciendo tacos, es cómo si alguien estuviera haciendo un experimento social para ver cuál es tu capacidad de aguante. Y es que la pandemia actúa como un espejo de aumento y lo que eran pequeñas disfunciones se manifiestan triplicadas.

Hagamos un poco de historia. Érase una vez el Plan Marshall, también conocido como New Deal, en el que Estados Unidos decidió financiar a una Europa devastada por la segunda guerra mundial y en que asomaba la influencia comunista. Las Naciones Unidas también se constituyen en esta época, con el objetivo de mantener la paz y construir relaciones más fluidas entre naciones. El Plan Marshall promovió el libre mercado y se aceptó un contrato social según el cual las personas trabajadoras aceptaban las bondades de una economía de mercado a cambio de que el mundo empresarial y financiero, a su vez, aceptaran algunas medidas que garantizasen una calidad de vida aceptable. Este contrato alumbró el Estado del bienestar.

La premisa detrás de este pacto es que la economía de mercado genere suficiente retorno social para que cada generación mejore las condiciones de vida de la generación precedente. Esto requiere de las normas de juego funcionen: un buen sistema de competencia de mercados e igualdad de oportunidades para todas las personas independientemente de su sexo, raza o etnia. Existe la promesa implícita de que, si estudias, trabajas y eres una persona responsable, podrás conseguir, por tus méritos, un futuro mejor.

Si eres joven, desde hace meses no tienes una vida social normal y la tasa de paro juvenil es del 40% es como si estuvieran haciendo un experimento para ver tu capacidad de aguante

Pero hay síntomas que esta promesa social se está resquebrajando, y no es por casualidad que el nombre de la nueva estrategia de la Unión Europea es New Green Deal. Las últimas décadas se han destacado por grandes acuerdos comerciales de globalización, desregulación de mercados financieros y desarrollo de nuevas tecnologías. Estos cambios han generado riqueza, pero concentrada en una pequeña minoría consolidada en la parte superior de la pirámide de la riqueza. David Rothkopf estima que una élite de solo 6.000 personas manda en el mundo. Según este autor “el dinero está hablando más fuerte y alto que el resto de los ciudadanos”. El comercio y los capitales se mueven libremente entre continentes generando riqueza para unos pocos.

La contrapartida a esta élite mundial, de personas y empresas, es la clase social que Guy Standing denomina “el precariado”: personas trabajadoras en situaciones laborales cada vez más frágiles y con peores condiciones de vida. Esto es debido a que los elementos principales que ayudan a repartir la riqueza han quedado desactualizados. Por un lado, hay un empeoramiento de las condiciones laborales. Por otro, un sistema fiscal anticuado en comparación con la complejidad de las estrategias fiscales de algunos de los principales ciudadanos del mundo, como Google o Amazon. En gran parte, las personas afectadas por este nuevo precariado han votado a Trump y han votado por el Brexit. Si el sistema de mercado no cumple su promesa de reparto de riqueza, quizás la solución es volver a poner los intereses de las naciones por delante: Making America Great Again y recuperando las grandezas de la Gran Bretaña.

En nuestro país, este precariado está afectando principalmente a las personas jóvenes. La generación de la crisis financiera del 2008 sufrió para entrar en el mercado laboral y ahora, una década después, les afecta otra nueva crisis. Personas jóvenes que han estudiado, que han confiado en las normas del mercado y de la meritocracia, pero que encadenan contratos basura con sueldos con los que no pueden emanciparse. No es por casualidad que los fondos adicionales de la UE se llaman Next Generation. Esperemos que sea para que puedan salir de la crisis, y no para crearles una nueva hipoteca.