Duelo histórico entre Illa y Puigdemont

La paradoja es que ni el PSC ni JxCat tienen asegurada la presidencia de la Generalitat, aunque lleguen primeros

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Andreu Claret

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La irrupción de Salvador Illa ha provocado un terremoto en la campaña electoral catalana. Cuando parecía que la reedición de la victoria independentista estaba cantada ha sido un revulsivo inesperado para los socialistas, que incluso pueden aspirar al primer lugar, al menos en votos, según algunas encuestas. Pero también ha supuesto una oportunidad sobrevenida para Carles Puigdemont, cuya candidatura iba a la zaga de la de Esquerra Republicana y que ahora se presentará como el baluarte más eficaz frente a una posible victoria socialista. De este modo, a medida que se aproxime el 14-F, los comicios serán un duelo entre dos. Entre un expresidente de la Generalitat que encarna mejor que nadie la confrontación con el Estado y un exministro que se inscribe en la tradición pactista del catalanismo. Así las cosas, la batalla será tan descarnada como fascinante. Un duelo histórico, con Puigdemont y Laura Borràs llevándolo al de las aspiraciones cercenadas del 1 de Octubre, mientras Illa hablará más de gestión y diálogo.

A Esquerra Republicana, que llevaba meses en la ‘pole position’ de la carrera electoral, los pronósticos se le han vuelto a complicar

Tras un año de pandemia y una década perdida, ganará quien ofrezca una propuesta creíble para salir del laberinto en el que vive atrapada la sociedad catalana. Los demás, a sufrir. A Ciudadanos, que ya padecía importantes vías de agua ante de que Illa anunciara su candidatura, la campaña se le hará cuesta arriba. Si se obsesiona con los que le rebañan votos por la derecha, facilitará que le robe votos un socialista que puede ser visto como la mejor garantía para evitar otra victoria nacionalista. Y si modera su discurso, puede contribuir a que Vox entre el Parlament con grupo propio. Mal asunto, para una formación a quien la polarización –que benefició a Inés Arrimadas en el 2017–, puede dejar en un limbo.  A Esquerra Republicana, que llevaba meses en la ‘pole position’ de la carrera electoral, los pronósticos se le han vuelto a complicar. Al primer envite que supuso la elección de Laura Borràs como candidata efectiva a la presidencia de la Generalitat se suma ahora la irrupción de Salvador Illa. Oriol Junqueras, que conoce bien el área metropolitana de Barcelona, captó enseguida el potencial de la iniciativa socialista. Llamó a los suyos a arremeter contra el candidato del PSC, sin percatarse, quizás, de que ERC podía ser victima de un 'todos contra Illa' que coloca al exministro en el centro del tablero electoral. Contribuyendo de este modo a una dinámica de polarización que beneficia más a Puigdemont que a los republicanos. Lo pasarán mal también las formaciones menores, menos la CUP y Vox, que cubren los extremos. En particular Catalunya en Comú, donde Jéssica Albiach solo puede aspirar, en este contexto, a retener votos. Siempre que Jaume Asens y Pablo Iglesias no insistan en la condición de exiliado de Carles Puigdemont.

En el duelo que se avecina, Illa y Puigdemont cuentan con la ventaja de unas elecciones mutadas en una suerte de plebiscito sobre el lugar de Catalunya en España. Sin embargo, ambos tienen en el día después su principal talón de Aquiles. Aquel que podría restarles atracción entre quienes todavía no han decidido el voto y piensan en una abstención que la pandemia justifica. La paradoja es que ni el PSC ni JxCat tienen asegurada la presidencia de la Generalitat, aunque lleguen primeros. Si Puigdemont gana a costa de dejar a ERC en tercer lugar, es difícil que los republicanos reediten un pacto de gobierno como el actual, que les habrá sido adverso. Máxime cuando el presidente de la Generalitat no sería Puigdemont ­–que no ha prometido volver como hizo en 2017–, y puede que ni siquiera fuera Borràs, si es inhabilitada tras el juicio que tiene pendiente, sino el número tres, Joan Canadell, martillo de herejes republicanos donde los haya. Salvador Illa no tiene este problema, pero tampoco le será fácil explicar con quién piensa gobernar. Anticipar ahora cualquier pacto con Esquerra Republicana podría dejar en agua de borrajas el llamado ‘efecto Illa’, pero negarse en banda a una ulterior colaboración con los republicanos puede cerrarle las puertas de la Generalitat. Podría incluso llevar a una dramática repetición de las elecciones.

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