LA TRIBUNA

Gobiernos pragmáticos

Una sociedad más justa y una población más sana traerán un crecimiento más inclusivo y resiliente

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Antón Costas

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Nos equivocaríamos si creyésemos que la recuperación económica que propiciarán las vacunas y los fondos europeos curará por sí sola todas las heridas sociales que ha traído el covid-19. Aun cuando se volviese a recuperar de forma rápida la actividad económica previa a la pandemia, el empleo generado por las empresas no podrá sanar todas esas heridas. Necesitamos nuevas políticas y programas que fomenten la colaboración-público-privada-social. Programas que tienen su marco natural de desarrollo en el ámbito de las ciudades y pequeñas localidades. Pero antes de desarrollar esta idea, permítanme un comentario sobre por qué creo que la recuperación no podrá curar todas esas heridas sociales. 

Mi impresión es que la economía española va a seguir comportándose mejor de lo que vaticinan los peores pronósticos. Ya lo hizo en el tercer trimestre, sorprendiendo a propios y extraños. El aumento del PIB, del consumo de las familias, de las inversiones de las empresas y de las exportaciones mejoraron todos los pronósticos. A pesar de no contar con el consumo de varias decenas de millones de turistas. Es debido a que la economía española es más dinámica y competitiva de lo que habitualmente se supone. 

Tampoco se han cumplido los peores pronósticos sobre desaparición de empresas. Los pesimistas pensarán que los erte y las ayudas a las empresas han permitido ganar tiempo, pero que acabará sucediendo. Es posible, pero de momento no ha ocurrido. Además, ahora la mentalidad de los gobiernos y los bancos centrales no es la de la austeridad fiscal, sino la de gastar lo que sea necesario para evitar el desastre de 2010. Los datos del empleo en noviembre siguen esa mejora. El empleo ha aumentado y el número de trabajadores en erte han disminuido. Pero, a la vez, también ha crecido el paro. Es lógico. Si la economía mejora, se incrementa el número de personas que habían dejado de buscarlo y que ahora vuelven a hacerlo. Eso hace aumentar el paro registrado.

Muchas de esas personas que vuelven a buscar empleo no podrán encontrarlo en las empresas privadas. Hay que contar con el concurso de las administraciones públicas y el tercer sector social. De hecho, en muchas pequeñas y medianas ciudades son los hospitales públicos o las Universidades las principales fuentes de empleo. Empresas privadas, sector público y tercer sector son los tres pilares de la prosperidad de las comunidades. No compiten, sino que se complementan.  

La pandemia ha dejado al descubierto fragilidades sociales que ya existían, y traído otras nuevas: salubridad de las viviendas y escasez de espacio de uso público en los barrios pobres; vivienda asequible; emancipación de jóvenes que han vuelto al hogar de sus padres por no poder pagar un alquiler; incapacidad de las parejas jóvenes, especialmente las madres, para trabajar por no existir una enseñanza preescolar universal; dificultades para costear el transporte a los lugares de trabajo; nuevas formas de pobreza y aumento de los sin techo; necesidad de recolocar a los trabajadores que han perdido el empleo por la pandemia o por la robotización y la digitalización de las empresas. 

Las nuevas necesidades sociales son enormes. Se necesita audacia e imaginación. Es ejemplar la decisión del Gobierno escocés de financiar públicamente los productos de higiene íntima de las mujeres sin recursos. Otros han decidido hacer gratuito el transporte público. Iniciativas de este tipo comienzan a proliferar. Una sociedad más justa y una población más sana traerán un crecimiento más inclusivo y resiliente. La inversa no es cierta, el crecimiento por sí solo no comporta mayor equidad social.

Hay que diseñar nuevas políticas y programas públicos. En particular, dos nuevos instrumentos que caben dentro de los objetivos del 'Next Generation UE'. Un fondo municipal para las emergencias sociales del covid-19. Y un fondo nacional, pero gestionado localmente, para promover el pleno empleo y la adquisición de nuevas habilidades laborales. Este fondo haría convocatorias competitivas para nuevas iniciativas empresariales de creación de empleo, a las que se podrían presentar tanto las empresas privadas como las administraciones públicas y el tercer sector social. Un instrumento de este tipo potenciaría enormemente la capacidad y el dinamismo que hay en las comunidades locales. 

Gran parte de esos programas han de desarrollarse desde abajo, desde el ámbito local; y han de financiarse y coordinarse desde arriba, desde los tres gobiernos: nacional, autonómico y provincial. Para promover el progreso social y económico pospandémico necesitamos gobiernos pragmáticos y radicales, que primen la gestión sobre la ideología.

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