Opinión | Editorial

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La victoria de las terrazas

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Meses de coronavirus han dejado obsoletos o han revolucionado debates que, en menos de un año, han pasado a plantearse en términos radicalmente distintos. El imperativo de la pandemia ha trastocado posiciones que parecían inamovibles en temas que van desde el rigor presupuestario de las cuentas públicas a escala europea hasta la necesidad de potenciar la sanidad pública o reordenar el espacio urbano. A nivel local, en pocos casos ha habido un realineamiento tan radical como en el de la valoración de la necesidad del turismo para mantener la vitalidad de una ciudad como Barcelona o el de la hasta ahora enconada querella (con frente judicial incluido) sobre la presencia de terrazas de bares y restaurantes en el espacio público. Tras años de pulso entre el ayuntamiento y el sector para laminar a golpe de ordenanza y sanción, mesa a mesa y silla a silla, el número de terrazas en favor del espacio para los viandantes en aceras y plazas (especialmente en los barrios donde la masificación turística entraba en conflicto con la convivencia vecinal), el Ayuntamiento de Barcelona se felicitó este martes por el éxito de la política de ocupación de la calzada por los establecimientos de restauración.  De tener un objetivo de decrecimiento se valora como un éxito haber pasado de 24.000 mesas al aire libre a las 32.600 actuales. Y lo es. 

La necesidad de facilitar el mantenimiento de la actividad de bares y restaurantes en lo posible, con el mayor margen de seguridad que ofrece la consumición y la socialización fuera de espacios cerrados, ha obrado el milagro. La conciliación de intereses contrapuestos (tan enfrentados como estuvieron sobre esta cuestión los dos socios del Gobierno municipal en el pasado) ha sido posible haciendo que los veladores hayan ganado espacio no en perjuicio del peatón sino de la calzada: carriles y más de 4.000 plazas de aparcamiento anulados.

El equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Barcelona ha manifestado que estas terrazas han llegado para quedarse. Los restauradores lo agradecerán; durante un tiempo seguirán siendo un balón de oxígeno indispensable. Y en el futuro deberá plantearse caso a caso en qué puntos seguirán siendo compatibles no solo con la política de restricción del espacio destinado al transporte privado sino también con la comodidad y seguridad tanto de consumidores como de paseantes. Por supuesto, para ello será necesario también la sustitución, planteada por el municipio, de las chapuceras instalaciones provisionales actuales por otras asequibles pero adaptadas a la calidad del espacio público que la ciudad lleva tantos años cuidando.