al contado
El retorno de Charles Cunningham Boycott
Llamar a utilizar un comercio y a evitar el otro replica las peores prácticas maniqueístas de la política
Agustí Sala
Redactor jefe de Economía
Además de El Periódico, trabajé de 1989 a 1990 en La Economía 16, como responsable de Economía en el Diari de Barcelona, de 1989 a 1990; en la sección de Economía de TVE Catalunya de 1987 a 1989, en Antena 3 de Radio, de 1985 a 1987 y en el Diari Menorca, de 1983 a 1985 y Radio 80-Menorca. Además la licenciatura en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona (1992-1986), tengo un posgrado en dirección general (PDG) 2011-2012y un curso de Márketing Digital y Redes Sociales por la EAE Business School
Agustí Sala
Durante la segunda mitad del siglo XIX, Charles Cunningham Boycott fue contratado por el conde de Erne como administrador de sus tierras en el Condado de Mayo, en Irlanda. Sus malas formas provocaron que nadie quisiera hacer negocios con él. Es más, finalmente, la Liga Agraria Irlandesa facilitó a los campesinos la posibilidad de evitar a Boycott y no llevar a cabo ningún negocio con él. Incluso el ferrocarril se negó a mantener tratos con este capataz abusón.
Desde luego, Boycott jamás se hubiera imaginado que su apellido se acabaría convirtiendo en un genérico, boicot, para describir "la acción que se dirige contra una persona o entidad para obstaculizar el desarrollo o funcionamiento de una determinada actividad social o comercial", como recoge el diccionario de la Real Academia Española.
Ha sido la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, siguiendo la estela de la primera edil de París, Anne Hidalgo, la que ha invocado el espíritu del decimonónico administrador contra gigantes como Amazon. Con el argumento de proteger al comercio de proximidad, al de barrio, al que da vida a las calles y ciudades, algo que sin duda es así, ataca al coloso del comercio electrónico.
No seré yo quien defienda a un gigante como el que fundó Jeff Bezos, hoy convertido en el hombre más rico de la historia moderna. En todo caso, es obligación de la Administración exigirle que se ajuste a las normas tributarias y laborales, si es que no lo hace suficientemente ganando así una competitividad que otros pierden por el mero hecho de cumplirlas. Es preciso que los poderes públicos aceleren para regular actividades que han crecido aprovechando las lagunas legales y mucho más con la pandemia, mientras el comercio físico vive una situación desesperada.
No creo que llamar a las bajas pasiones y al rechazo (porque eso son los boicots) sea la mejor solución. El maniqueísmo simplista trata de contraponer el comercio de barrio y tradicional con el electrónico, que no tienen por qué ser alternativos sino que pueden ser complementarios. Hay negocios pequeños que recurren a internet para ampliar su radio de acción y miles de pymes trabajan con Amazon. Se puede defender un modelo, que además lo necesita en las circunstancias actuales, sin necesidad de atacar al supuestamente contrario.
Esta dicotomía de buenos y malos replica las peores prácticas maniqueistas que dominan la política actual. Y es que se puede apoyar al comercio tradicional con un llamamiento mucho más simple: 'Salgan a la calle y compren'.
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