Referentes

Una de las contribuciones del feminismo en nuestra sociedad es la de visibilizar los referentes positivos que aportan las mujeres. Solemos celebrar con un "¡ya era hora!" la primera mujer que hace, que dice, que puede, etc. El colectivo 'On són les dones' dedicó un año entero a publicar unos hilos de twitter maravillosos para señalar la anomalía que suponía que estas "primeras mujeres" accedieran a un cargo o responsabilidad en pleno siglo XXI. De hecho, la campaña terminó con un hilo sobre espacios donde aún no ha habido nunca una #primeradona, y no era corto. También podríamos hacer el de las segundas y terceras mujeres, porque a veces es más fácil plantar una pica en Flandes que normalizar la presencia de las mujeres en espacios tradicionalmente reservados a los hombres. Lo pensaba el otro día a propósito del poderoso discurso de la vicepresidenta Harris cuando dijo que era la primera mujer que accedía al cargo pero que no sería la última.

También hay otra manera de crear referentes, que pasa por la pedagogía de la cotidianidad y la denuncia de las discriminaciones que sufrimos las mujeres. Es más fácil identificar y presumir de referentes positivos (y tan necesarios como son) que darse cuenta del daño que hacen los negativos, como la rana que no percibe que se está calentando el agua de la olla en la que la han puesto a hervir hasta que es demasiado tarde. Un buen ejemplo es la denuncia de la tasa rosa o el eco que ha tenido esta semana el twit de Mireia Gubianas que denunciaba que en las tiendas de H&M de Barcelona ya no era posible comprar la ropa de su línea de "tallas grandes". ¡Menudo referente para las chicas que luchan contra los corsés de la moda! Lo mejor de la respuesta de la empresa es el razonamiento que si solo se pueden comprar ahora por internet es por "la tendencia marcada por nuestros clientes". Pues yo diría que sus clientes, y los que ya no lo seremos, no nos queremos esconder tras una pantalla. Queremos estar en todas partes, juntas, libres y diversas, como todo el mundo.

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