La hoguera

El poder de los peores

En su libro sobre Alfons Quintà, Jordi Amat nos ofrece una explicación al hecho misterioso y deprimente de que parezcan ser siempre los peores quienes alcanzan mayor poder

Alfons Quintà, primer director de TV-3.

Alfons Quintà, primer director de TV-3. / periodico

Juan Soto Ivars

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He devorado el libro de Jordi Amat, 'El hijo del chófer' (Tusquets / Edicions 62), igual que Alfons Quintà devoraba la comida en los restaurantes. Irse a comer con el fundador de TV-3 era un suplicio porque Quintà podía chantajearte, gritar, insultarte, perorar, extorsionarte, meterte mano si llevabas falda y hasta agarrar comida de tu plato y metérsela en la boca sin dar explicaciones. Era un hombre que sentía que se lo quitaban todo, que todos lo traicionaban, como ciertos perros traumatizados que gruñen delante de su cuenco de pienso. Era un depredador y mordía.

Su padre, chófer de Josep Pla, introdujo a Alfons en los círculos del poder catalanista durante la dictadura. También había dejado tirada a su madre y, desde una perspectiva casi psicoanalítica, deduce Amat que esto fue lo que lo empujó a cometer el crimen freudiano en todas partes y a todas horas. De modo que solo había una cosa más peligrosa que ser un empleado bajo su mando y era ser su superior. Traicionaba para que no lo traicionaran y se propuso vengar multiplicadas hasta las más pequeñas ofensas, incluso las imaginarias. Rebasados los setenta, enfermo y desprestigiado, mató a la única persona que todavía tenía ascendiente sobre él, su mujer, y luego se suicidó.

Pero Amat ha hecho mucho más que una biografía noir de ascenso y caída de un psicópata. El autor es un fino analista del poder y ha explorado sus entresijos. Nos ofrece en este libro una explicación al hecho misterioso y deprimente de que parezcan ser siempre los peores quienes alcanzan mayor poder. Describe al detalle los mecanismos que aprovechó Quintà para dejar de ser el hijo de un chófer y ocupar barcos y despachos. No se hizo periodista para desnudar la verdad, sino para utilizarla como una pistola.

Los giros de trama de su vida se explican con las leyes cortesanas y mafiosas de los que gobiernan. El hombre que destapó el caso Banca Catalana sabía que la amenaza de contar más era su fuerza, así que fue la malicia, y no el talento, lo que lo situó a la altura de Pujol.

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