Análisis

Nuevos estímulos: directos, indispensables y urgentes

Hay que articular mecanismos más contundentes y orientados a los más perjudicados porque, aunque supongan un mayor endeudamiento, es la alternativa que más barata resultará a medio plazo

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Jordi Alberich

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Estos días han venido a coincidir dos buenas noticias para recuperar el ánimo. De una parte, las elecciones en EEUU con la <strong>victoria de Joe Biden</strong> y, de otra, el anuncio de Pfizer de una <strong>pronta vacuna con un grado de eficacia muy elevado</strong>. Así, la victoria del candidato demócrata aportará serenidad y previsibilidad, no solo a los estadounidenses, sino que, también, a todo el mundo. A su vez, los avances científicos parecen avalar que en unos meses empezaremos a controlar la pandemia.

Pero, lo que querría reseñar en estas líneas es la manera tan rápida y favorable con que la economía ha reaccionado al anuncio del laboratorio. Ello confirma que, con la previsible mejora sanitaria, la economía acelerará su crecimiento, como ya sucedió en el tercer trimestre de este año, previo al reciente rebrote del virus, en que la economía española creció a un ritmo de un 16,7%. Una cifra extraordinaria, que hubiera resultado bastante superior de haberse salvado la temporada turística de verano.  

Con esta perspectiva hemos de enfocar los próximos meses y, a la vez que gestionar la crisis sanitaria, procurar que en la recta final del covid-19 no se destruya tejido productivo que, en una situación de normalidad, resultaría solvente y sostenible. Y este riesgo es más cierto que nunca pues, si bien en la primera oleada del virus las empresas padecieron falta de liquidez, los sectores más afectados por este rebrote empiezan a sufrir, además, serios problemas de solvencia.

Por ello, resulta urgente que, como viene reclamándose desde sectores afectados y agentes sociales, y como entiende parte del Gobierno y sugiere la propia Comisión Europea, se articulen nuevos mecanismos de apoyo a los sectores más golpeados por esta segunda oleada. Y, para ello, habrá que recurrir a instrumentos que ya han demostrado su validez como los ertes líneas de liquidez, pero, especialmente, se deberá abrir, y de forma urgente, la vía de las ayudas directas.

Unas ayudas que no encajan en el fondo Next Generation de la Unión Europea, pues su personalidad y objetivos son distintos y, además, no pueden esperar. Por tanto, se deberán soportar en una mayor deuda del Estado, lo que parece retrasar la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez, pese a que las autoridades europeas ya se abren a la posibilidad de flexibilizar las exigencias fiscales para el año 2022.

Pero si ello resulta indispensable, también aparece como factible pues, pese al incremento extraordinario de nuestro endeudamiento en este 2020, no nos alejamos del de otros países que, sin embargo, sí han instrumentado programas de ayudas directas a sus sectores más dañados.

La intensidad y persistencia de esta segunda oleada del coronavirus obliga a la adopción de estímulos más contundentes y orientados, selectivamente, a los más perjudicados. Hacerlo es la mejor alternativa para el Estado pues, entre otras razones, es la que más barata le resultará a medio plazo. Con lo que ya hemos pasado, un último esfuerzo hasta alcanzar la normalidad.