PECCATA MINUTA

El chocolate del loro

Habría sido más socialdemócrata emplear la partida destinada a subir el sueldo a los funcionarios a aliviar las penas de quienes lo están perdiendo todo

funcionarios-de-estado-en-sus-puestos-de-trabajo

funcionarios-de-estado-en-sus-puestos-de-trabajo / periodico

Joan Ollé

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Si tuviésemos que poner fecha fundacional a la sistemática sospecha que se cierne sobre la pereza de los españoles en general y a la de sus burócratas en particular, deberíamos recular hasta 1832, cuando Larra firmó en ‘El pobrecillo hablador’ el artículo ‘Vuelva usted mañana’ bajo el pseudónimo de Juan Pérez de Munguía, donde Monsieur Sans-Délai desciende a los infiernos de la administración de la época para hacerse con un simple papel timbrado. (“Vuelva usted mañana –nos respondió el lunes siguiente–, porque hoy ha ido a los toros”).

La sombra alargada de esta dejadez ha llegado hasta nuestros días liofilizada en las escasas y certeras palabras de un chiste, arte popular por excelencia: –El visitante: “¿Perdone... por la tarde no trabajan?” –El segurata: “Cuando no trabajan es por la mañana; por la tarde ni vienen”. He conocido a más de una y de dos personas altamente 'funcionariadas' cuyo funcionamiento cotidiano consistía en llegar a su tarea cuando el cuerpo se lo pidiese para inmediatamente bajar a desayunar tomándose su tiempo y pitillo, volver a su “mesa de trabajo” para dictar la compra del súper por teléfono y pedir hora en la peluquería, irse a por otro cafelito, llamar a la cuñada, a cargo público, a Tombuctú, recoger con desgana su bolso y su chaqueta antes de hora y despedirse de sus compañeros hasta el lunes, alegando gran cansancio.

Funcionarios ejemplares

Es obvio decir que también he tratado –y superan con creces a los primeros– con funcionarios ejemplares; si bien debo reconocer –poco sospechoso de ‘cofoisme’– que me siento bastante más cómodo por tono, mirada, trato, diseño de interiores e iluminación artificial en los establecimientos administrativos autonómicos que en los estatales, algunos de los cuales aún huelen a siglo XIX.

Como docente del Institut del Teatre no soy funcionario, pero sí algo muy parecido, de la estatalísima Diputació de Barcelona, que desde los tiempos de la catapún me ha venido abonando puntualmente 14 pagas al año más un suplemento cada mes de abril. Le agradezco, presidente Sánchez, que haya tenido a bien subirme un 0,90% mi salario, pero, pensándolo bien, ¿no hubiera sido un pelín más socialdemócrata destinar esta insignificante cantidad multiplicada por los 2.583.583494  empleados públicos españoles –según últimas estimaciones– a aliviar las penas de quienes lo están perdiendo todo, para quienes el final de mes no es sinónimo de nómina sino de alquiler, hipoteca, escuela, agua, luz, calefacción…? 

Suscríbete para seguir leyendo