DESDE L'HOSPITALET
Aulas de estrellas
El cielo estrellado que un profesor de física dibujó en el techo de un aula del instituto Mercè Rodoreda en los años 80 aún sigue allí
Jordi Serrallonga
Arqueólogo, naturalista y explorador. Colaborador del Museu de Ciències Naturals de Barcelona.
En el corazón de L’Hospitalet existe un aula repleta de estrellas, y su historia es digna de ser contada pues todavía brillan gracias a los que siguen esforzándose por educar a nuevas generaciones de primates humanos.
Cursábamos el BUP y las lecciones de Carl Sagan calaron hondo. Soñábamos con viajar por el cosmos. Mi padre, años antes, me había llevado al planetario del Museo de la Ciencia y un pequeño telescopio cayó de regalo. El firmamento hospitalense no era el de las Canarias ni el de Atacama –estaba diezmado por la polución industrial y lumínica– pero un corpúsculo de aprendices vimos cómo nuestras observaciones sobre las manchas solares, planetas y estrellas variables eran publicadas en boletines de sociedades astronómicas locales e incluso extranjeras. Y es que los cuerpos celestes no tienen amo ni patria, son libres y universales.
Junto a Hipatia, Galileo y Sagan, otro culpable de aquella obsesión por escrutar el cielo vino de la mano de Genís, profesor de física en el instituto público Mercè Rodoreda. Trajo su telescopio y, al acabar las clases, desde una ventana del laboratorio cazamos al cometa Halley en 1986. Otro día apareció con varios sobres llenos de pegatinas fosforescentes y, a falta de un planetario robótico, con tiza y cordel dibujó un círculo gigante en el techo del aula de física y química. Allí, utilizando como plantilla un planisferio celeste, enganchamos, una por una, las estrellas de todas las constelaciones del hemisferio norte. Participó el conjunto de la clase y, tras bajar las persianas, nos pidió silencio. Apagó los fluorescentes y la experiencia fue inolvidable. Sobre nuestras cabezas resplandecía un cielo estrellado.
Regresé al Mercè y di con un Genís ya jubilado. Me arrastró del brazo hasta el laboratorio. Cerró las luces y las estrellas volvieron a brillar; jamás permitió que repintaran aquel techo celeste de L’Hospitalet. El conocimiento acerca del cosmos sigue brillando en toda aula gracias a los educadores y educadoras.
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