Los miedos de la pandemia
Hablemos de papel higiénico
Ante los peligros, sobre todo los inminentes, los seres humanos reaccionamos procurándonos certezas. Por alguna razón, el papel de váter nos proporciona seguridad
Cada vez que escucho las noticias me dan ganas de salir a comprar papel higiénico. No lo hago porque aún me quedan algunos paquetes de las varias docenas que compré en marzo y porque la vecina acaba de decirme que en el súper se han agotado de nuevo las existencias. Así que me siento a leer el primer libro de la psicóloga Alicia Martos y, oh sorpresa, tropiezo con un capítulo entero dedicado al papel higiénico.
El libro se titula 'Se hizo el silencio' y narra la pandemia en clave psicológica. No solo nos cuenta por qué ocurrieron las cosas, también nos ofrece herramientas para encararlas si vuelven a ocurrir. Se lo recomiendo. Es una obra divulgativa, de fácil lectura, que recorre todas las estaciones de este vía crucis colectivo por el que estamos pasando.
Sobre el papel higiénico se nos dice que, según un estudio de una universidad estadounidense, durante el primer confinamiento se vendió en todo el mundo un 700% más de papel higiénico de lo normal. En Estados Unidos, además, se vendieron muchos más bidets, un artilugio poco valorado hasta ese momento. Podría deducirse que la pandemia le da a la gente ganas de limpiarse mejor.
Es bueno saber que la razón por la que sentimos necesidad de hacer acopio de papel del váter es la emoción que desde la noche de los tiempos ha sido el principal motor de nuestro comportamiento y también la fuente de muchos de nuestros problemas: el miedo. La pandemia era y es un peligro real, que mata a la gente, mucho más inquietante por invisible e impredecible. Ante los peligros, sobre todo los inminentes, los seres humanos reaccionamos procurándonos certezas. Por alguna razón, el papel higiénico nos proporciona seguridad. ¿La seguridad de que estaremos limpios y secos? ¿De que no deberemos renunciar a la más mínima comodidad? Quién sabe. Así que la incertidumbre se cura con papel higiénico. Si se agota, lo compramos aunque no lo necesitemos. Si todo el mundo compra, creemos que debemos hacerlo. La imitación también forma parte de nosotros desde siempre.
Creo que es un buen momento para recordar que nuestro consumo de papel higiénico es insensato. Hacen falta 384 árboles para proveer a una persona del papel higiénico que necesitará durante su vida. Es decir, 27.000 árboles al día utilizados en limpiarnos tras ir al baño. Y eso que solo aproximadamente un 35% de la población utiliza este método. El resto, más de 4.000 millones de personas, se decantan por sistemas más tradicionales. El más reivindicado es —¡prepárense!— el agua. Incluso hay organizaciones en todo el mundo que entonan sus alabanzas al bidet, que por lo visto no solo limpia mejor sino que ayuda a prevenir enfermedades. Ya sabemos que si todo el mundo utilizara el papel higiénico como lo hace el llamado primer mundo, tendríamos un problema grave de deforestación.
Me pregunto si la pandemia del mundo no somos nosotros, los humanos. Decido quedarme en casa leyendo el libro de Alicia Martos y preguntándome si debería dejar de comprar papel higiénico para siempre.
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